20 septiembre 2008

Quisquillas carroñeras

El martes por la mañana, dando un paseo por las Ruinas de Río Seco, entre La Torre de la Horadada y Las Mil Palmeras, encontré en el agua un pez inmóvil, inerte, inánime. Poco antes había visto en aquel lugar a un tipo que se estaba quitando el traje de neopreno y recogía el arpón, las aletas, las gafas y el tubo, la boya.

Enseguida vinculé al tipo con el pez, que lucía en medio de su lomo el agujero causado por un arponazo. ¿Por qué tiró el pez muerto? Porque sería un inútil —el tipo, no el pez: el pez sí que valía— que sólo pudo pescar un pezqueñín, y mejor volver a casa con las manos vacías que con un pez que te cabe en la palma de la mano.

También advertí enseguida que había unas quisquillas alrededor del pez: se lo estaban comiendo. No sabía yo, tras tantos años, que las quisquillas son carroñeras, aunque según acabo de leer en un foro sobre peces y acuarios “comen todo lo que les heches” [sic].

Si quieres ver las quisquillas en acción, amplía la foto, porque son casi invisibles:

P.D.: Si nunca las has visto, aquí te dejo una foto de las Ruinas de Río Seco, lugar donde hace milenios se erigía un castillo labrado por cangrejos en la roca, por orden del dios Neptuno, pues tanto le gustó aquella zona que quiso habitar allí en un palacio desde el que gobernar los mares del mundo:


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