27 mayo 2010

Cicatriz

Cicatriz córvida, corva;
cicatriz cruenta, caníbal;
cicatriz carroñera,
sin color, descompuesta
cimitarra en la cara.

Cicatriz sin consentimiento,
contagiada sin consenso.
Cicatriz sin consuelo,
sólo cansancio en el camino,
conflictos continuos,
constantes confusiones.

A cicatriz, costura:
remache, remiendo.

Pero este parche
es impracticable.
Mejor me arranco la cara
y me coso una nueva.

26 mayo 2010

Soltero

Me ocurre siempre que, después de salir durante meses o años, según los casos, con una mujer, tarde o temprano me pide que nos casemos, y entonces me veo obligado a recordarle lo que le dije cuando empezamos a salir:

—Si recuerdas, cuando empezamos a salir te dije literalmente, el segundo día que me preguntaste sobre mí: “Yo soy ateo y soltero”.

—¡Pero bueno! —exclama—. ¡Si hace dos años y medio que no estás soltero! —me replica—. ¡Que llevamos dos años y medio saliendo!

—No se trata de estar soltero —matizo—, sino de serlo: serlo es una esencia, algo inherente, una inmanencia, frente a estarlo, que es una mera cualidad, un accidente, una contingencia.

Y, por regla general, en este punto suelen acabar mis relaciones con todas las mujeres con las que salgo.


21 mayo 2010

Despedida

Esta mañana estoy haciendo un agujero muy profundo en esta playa. Mientras lo hago, pienso en la afición del ser humano por enterrar a sus muertos en sepulturas que luego adorna con flores y otras señales de deferencia. De hecho, algunos seres humanos entierran incluso a sus animales, debido a que han creado, también con respecto a ellos, una serie de afectos y sentimientos que los vinculan. El ser humano entierra aquello que quiere, aquello por lo que siente algo.

Podemos retrotraernos mucho más en el tiempo, con los paleoantropólogos, miles y miles y miles y miles y miles de años, y recordar que el hecho de enterrar a sus muertos fue uno de los primeros signos de que aquellos seres, antepasados nuestros, ya eran humanos. Hay quien dice, en un intento de defender a toda costa y a costa de todo la existencia de Dios, que estos antepasados nuestros enterraban a sus seres queridos porque ya creían en una vida después de la muerte; sin embargo nuestros antepasados no podían ser tan ingenuos, y parece más probable que los enterrasen para que los cadáveres no fueran devorados por otros animales.

Yo, como no podía ser menos, sigo esta tradición. Enterramos aquello que queremos, y yo, en este agujero que acabo de hacer en la playa, voy a enterrar aquello que más quiero: a mí mismo, y me voy a dar sepultura en unos minutos, en cuanto saque la arena que me falta. Imagínense qué faena sería morir y no tener ni siquiera la más mínima ocasión de despedirme de mí mismo, con lo que me quiero.

Sueño

¡Resucito cada vez que despierto!
Cuando duermo me anevero el cerebro,
entro en coma dos rem y un tercio / suelto
amarras fugitivas, escapadas,
mientras ausentemente estoy muriendo.

20 mayo 2010

Saborolor

Delectación intensa no aparente
enjambrientos neones deslicuizados
con más bisturíes que la noche
hecha escamas sobre tu aliento

todo lengua y olfato
gusto puro / sólo boca
sólo nariz / pura fosa
el poder único de tus papilas
degustación del sabor vivo

y qué aromas te atraviesan
qué fragancias te colapsan
la tocha / las olfativas

el gusto incendiado
el gusto explosivo dentro de la boca
y el olor infiltrado y retumbando

finalmente los dos unidos

Quédate con sólo el gusto y el olfato
sólo conmigo
tu campo de pruebas
laboratorio prohibido
córtate las manos / quémate los ojos
arranca tus orejas y pruébalo
sabor y olor / gusto y olfato
aislados el resto de tus sentidos

19 mayo 2010

Nueva modalidad laboral

De la misma manera que existe la figura del “contrato fijo”, en esta época de crisis económica se está poniendo de moda —y su regulación jurídica no se hará esperar mucho— una nueva modalidad de relación laboral cuya denominación será “despido fijo”, y que afecta a todos esos trabajadores que, no teniendo el contrato fijo, y en algunos casos incluso teniéndolo, saben la situación en la que se encuentran y lo comentan con los amigos:

—Vamos, es que cuando se me acabe el contrato me despiden fijo —y de ahí proviene la denominación.

Greguería

Las verrugas son lunares en 3D.

18 mayo 2010

Relaciones

Andar, lo que se dice andar, no andaba mucho, porque iba en bicicleta a todas partes. Pero eso sí: correr, lo que se dice correr, corría que se las pelaba cada vez que salía a hacer ejercicio. En este contexto la pregunta que se plantean todos sus amigos es: ¿qué eran aquellas cosas que se pelaba? ¿Acaso cuando corres te pelas las melenas? ¿Las uñas? ¿Las orejas? ¿Las manos? ¿Las narices? ¿Las piernas? ¿Qué se pela la gente cuando corre velozmente? En el mundo de la carrera, como se sabe, hay quien se las pela y hay quien corta el aire, de donde podríamos deducir que quien corre va armado: lleva, al menos, un cuchillo, puesto que pela y corta. ¿Acaso los atletas son también cocineros? ¿Acaso modistos? ¿Acaso esculpen madera? ¿Qué extraña relación existe entre la carrera y los cuchillos? ¿Por qué se llama carrera a los estudios universitarios, cuando existe una desproporción abismal entre el tiempo de una carrera -¡aunque sea un maratón!- y el tiempo que se tarda en obtener una licenciatura? Todo se vuelve sumamente peligroso cuando imaginamos al atleta con un cuchillo en la mano y dopado, drogado, así que no me extraña, realmente, que no dejen que los atletas se dopen, porque imagínate qué peligro tienen diez o doce tipos drogados y con cuchillos en una pista de atletismo.

16 mayo 2010

La ignorancia no tiene límites

—Alguien tendría que ayudarle, prestarle auxilio, darle socorro, echarle una mano, o aunque sólo sea un cable o un cordel, o tirarle un salvavidas, o llamar a la socorrista, que está en la barra con aquel rubio de melenas voluptuosas, pero alguien tendría que hacer algo para que no se hunda y consecuentemente se ahogue, porque ese chico no sabe nadar y se ha tirado a la piscina, pero lo peor del asunto es que no sabe que, para bañarse solo, hay que saber nadar, por eso digo que la ignorancia no tiene límites.

15 mayo 2010

Voluptuosidad

Voluptuosidad es una palabra que nos llena la boca con sólo pronunciarla. Aislarla de todo contexto, desarraigarla de la realidad, resulta completamente imposible: nos quedamos frustrados en el intento. Es una de esas palabras que se aferran a lo físico, y no hay manera de despojarla de sus implicaciones. Podemos derivarla y desplazarla a contextos que le son ajenos y, aún así, no conseguiremos moverla un ápice de lo físico: pared voluptuosa, la voluptuosidad del alambre, voluptuosamente caritativo, voluptuosa penitencia, célibe voluptuoso, frigidez voluptuosa. ¡Ni siquiera lo conseguimos voluptuosamente muertos!

No hay manera: esta palabra lo vicia todo, todo lo impregna con los jugos y aromas de su significado, único y contagioso: Complacencia en los deleites sensuales. Deleite, placer, goce. Contagia porque voluptuoso es quien inclina a la voluptuosidad, la inspira o la hace sentir, por eso siembra, disemina, infecta; pervierte, corrompe, seduce.

14 mayo 2010

La ¿necesaria? labor policial

Ayer tuvo lugar la manifestación de los estudiantes de la Universidad de Murcia contra las medidas adoptadas por el Rector Magnífico. Para contener a los poquísimos estudiantes que asistieron (unos 300 alumnos; en la Universidad hay unos 38.000. Grandes luchadores y revolucionarios estos universitarios, sin duda...), las autoridades mandaron a la policía. En la Plaza de la Universidad había dos policías nacionales con sus motos. Frente a la puerta de atrás de La Merced, unos policías locales hicieron su trabajo registrando a dos chavales, por si llevaban armas de destrucción masiva en la cartera, o por si planeaban algún atentado contra los árboles del parque, o por si iban a inmolarse en medio de la manifestación para aniquilar la minúscula resistencia estudiantil, o por si habían decidido destruir la ciudad de Murcia y llevaban las órdenes en los bolsillos, o por si pretendían secuestrar al Rector para exigir el cumplimiento de sus reivindicaciones. He aquí un par de imágenes del momento:


Simetría

Solamente veinte. Ni una más, ni una menos. Veinte. Diez a un lado y diez al otro. Veinte simétricas, isométricas, alineadas al milímetro y paralelas. Aquel árbol era sumamente extraño por su simetría, que de tan perfecta ponía los pelos de punta. Veinte ramas de la misma medida: el mismo grosor y la misma longitud, y el mismo peso, y simétricas hasta el histerismo. Diez a un lado y diez al otro, y no sabrías decir si era real o había un espejo en uno de los lados, pero las hojas, igualmente simétricas e idénticas a un lado y al otro, se movían, balanceadas por el viento, en direcciones distintas, así que no podrías decir que un lado era reflejo del otro, pero cómo entonces semejante identidad hasta incluso en los frutos, que tenían el mismo tamaño y colgaban de las ramas de ambos lados exactamente a la misma distancia del tronco, que asimismo era incisivamente simétrico en sus ondulaciones y hasta en los nudos, en las tiras de corteza e incluso también en las heridas.

13 mayo 2010

Entrevista

Yo nunca imaginé que al acudir a una entrevista de trabajo me encerrarían en una sala con una mesa, una silla y un portátil. Que me aspen, pensé. Me hicieron pasar y me dijeron: Espere aquí un momento, que enseguida viene la persona que le va a hacer la entrevista, con una voz muy amable y delicada.

Esperé en pie unos minutos hasta que decidí sentarme. Tras un buen rato mirando el techo, las paredes, las ventanas, el jardín que a través de ellas se ve y la pantalla del ordenador, con sus iconos y sus parpadeos, miré la hora. Llevaba ya veinticinco minutos esperando y me pareció demasiado, así que abrí la puerta y allí estaba la persona que me había hecho pasar. Antes de que yo pudiera decirle algo, me sugirió: No se preocupe, enseguida llega, y me invitó cortésmente a pasar otra vez a la sala. Puede usar el ordenador mientras espera, añadió antes de cerrar la puerta.

Me acerqué a la ventana y la abrí. En el jardín, junto a un banco, un chico le decía algo a una chica. Por los gestos histriónicos cualquiera diría que eran pareja. Él le reprochaba algo a ella, y ella le reprochaba otra cosa a él. Parecía un partido de tenis de reproches. Qué harán juntos, pensé, si lo único que hacen es echarse en cara la forma de ser y la forma de comportarse del otro. Ella tenía el pelo moreno y largo; él llevaba una gorra que no me dejaba verle el pelo, aunque la cuestión capilar no parecía tener importancia. Me llegaron algunas palabras cuando subieron el tono de sus reproches. Parecía haber otro en su vida, y ella le reprochaba que él pasaba mucho tiempo con sus amigos en los bares; él le recriminaba que si salía con sus amigos era porque ella siempre estaba ocupada con sus estudios y su trabajo, a lo que ella le reconvenía que él nunca hacía planes para cuando ella estuviera libre, y ya no sé lo que dijo él porque de repente se dio la vuelta y echó a andar. Ella no fue detrás de él, sino que sacó su móvil y llamó a alguien. Se sentó en el banco. Él, que ya estaba casi a punto de perderse de mi vista, se paró, se llevó la mano al bolsillo y sacó el móvil.

Seguramente ella lo había llamado a él, pero su historia no sé cómo continúa, porque en ese momento escuché un pitido procedente del ordenador. Me acerqué, miré la pantalla y allí estaba: una ventana del Messenger recién abierta en la que se leía:

—¿Hola?

Fruncí el ceño. A estas alturas, uno ya no sabe qué va a encontrarse cuando va a una entrevista de trabajo. Si contesto, pensé, igual no está bien; si no contesto, puede que esté mal. ¿Contesto?

—¿Estás ahí?

—Sí –contesté—. Hola, ¿qué tal?

—Bien. ¿Qué has hecho durante esta hora de espera?

—Observar.

—¿Qué has observado?

—En el jardín que se ve desde la ventana, justo aquí debajo, había una pareja peleándose.

—¿La puedes describir?

—Ella es morena, con el pelo largo. Quizá mida uno setenta. Vaqueros azules, camisa blanca, bolso azul, botas altas. Él lleva gorra, vaqueros azules, camiseta roja, zapatillas rojas. Los dos fuman y tienen

—¿Qué edad tienen?

—Más o menos la misma. Unos veinticinco años.

—Ya, vale. Son Juan y Julia. Los dos trabajan aquí. ¿Qué te parece?

—¿Que qué me parece que sean pareja y trabajen los dos aquí?

—Sí.

—Pues ahora mismo es algo que no me incumbe. Si yo también trabajara aquí sí me incumbiría. En este caso, dependería de si la relación que mantienen afecta a su eficacia laboral.

—Sí, afecta bastante.

—Entonces tendrían que hacer algo. ¿No le parece?

—¿Usted tiene pareja?

Gran pregunta, pensé.

—No, no tengo.

—¿Qué edad tiene usted?

—¿Qué van a hacer con esa pareja?

—Creo que eso no le incumbe.

—Cierto, eso ya lo dije antes.

—Entonces, ¿para qué pregunta?

—Suscitó mi curiosidad. Sabiendo la respuesta, podré decidir mejor cuando trabaje en esta empresa.

—¿Qué podrá decidir mejor?

—Pues el tipo de relación que se puede establecer con los demás trabajadores.

—Creo que a ella la voy a despedir. Además de trabajar aquí está estudiando una carrera y eso interfiere en su rendimiento. ¿Qué le parece?

—Como dije antes y como usted recordó después, ahora no me incumbe. Yo no me meto donde no me corresponde.

—Pero ahora debería mojarse y responder.

—En vez de despedirla, redúzcale la jornada de trabajo. Que tenga tiempo para estudiar su carrera. Así trabajará con más ganas y rendirá más. ¿Usted cómo se llama?

—Eso no le incumbe, ¿cierto?

—Correcto. ¿No preferiría que continuemos esta conversación cara a cara?

—No. Estamos experimentando con este sistema de entrevistas.

—Ah, de acuerdo. Pues continúe con sus preguntas.

—No tengo más preguntas.

—Yo sí tengo una. ¿Hay cafetería en este edificio? Me tomaría un café.

—¿Fuma usted?

—Sí. Normalmente con el café me fumo un cigarro. Y poco más.

—Entonces en este edificio no podrá tomarse el café.

—De acuerdo, entonces me voy a tomar un café en la cafetería de al lado.

—Le acompaño.

—Claro, será un placer. ¿Nos vemos en la cafetería?

—Sí, le veo allí en cinco minutos.

—Ok, hasta ahora.

Así que abrí la puerta y, cuando iba a salir, la persona que había fuera me dijo que no había terminado la entrevista, a lo que yo respondí que sí, que me habían dicho que ya no había más preguntas y que iba a la cafetería. Bajé y esperé en la barra. Cinco, diez minutos. Pedí el café. A mi lado había una mujer que me miraba por el rabillo del ojo. Iba vestida con un traje elegante. Tuve una intuición. Le dije:

—Disculpe… ¿Ha decidido qué va a hacer con Julia?

Sonrió. Me lanzó una mirada cómplice.

—Le voy a reducir la jornada. Ha tenido usted una buena idea.

—Ella se lo agradecerá.

—Puede ser.

—Bueno, si no es mucha curiosidad, ¿qué conclusión ha sacado de la entrevista?

—Le llamaremos.

—Ah, claro, me llamarán.

—Sí, le llamaremos.

—De acuerdo, pero una cosa. ¿Podría llamarte yo a ti, si me permites el tuteo, para tomar algo sin este surrealismo que me envuelve gracias a esta entrevista experimental?

—Ja, ja, ja… —se rió—. Mira, como tengo tu teléfono, ya te llamo yo.

—Ja, ja, ja… —aquí me reí yo—. Vale…

Y me fui. Cuando regresaba a casa atravesando el jardín que hay frente al edificio donde hice esta entrevista, me encontré con Juan y Julia. Recostados en el banco, poco les faltaba para arrancarse mutuamente las ropas y copular allí mismo: tanta pasión ponían en sus besos.

Al día siguiente me llamó mi entrevistadora. Tomamos café. No congeniamos: era pura apariencia, lo que no quitó que pasáramos la noche juntos. Disfrutamos los dos, lo cual estuvo bien, pero estaba claro que no había mucho más que hacer. Gracias a ella pude saber que Juan había dejado a Julia, que a su vez había dejado su trabajo para dedicarse a su carrera. Mi entrevistadora, por la mañana, se despidió diciéndome que ya me llamaría, pero los dos sabíamos que ésa era otra mentira, como lo de Juan y Julia.

12 mayo 2010

Penitencia tras la pederastia

Esta es la propuesta del Papa: tras los abusos sexuales a niños, hacer penitencia. Sin duda es un buen ejercicio, mucho mejor que el onanismo, dónde va a parar: violar a los niños y luego rezar un poco, o hacer un vía crucis, o flagelarse con un cilicio.

En cualquier caso, Cristo es “más fuerte que el mal” —y esto está plenamente garantizado por su Santísima y Purísima Madre, que a su vez es su hija, al mismo tiempo que es esposa de su Padre y ¿nuera?, ¿yerna?, ¿cuñada?, del Espíritu Santo, con quien le puso los cuernos a su marido José, cuya credulidad demuestra lo ingenuos que pueden llegar a ser los hombres— y, por si con Cristo no fuera suficiente, Dios está ahí para solucionarlo todo: tiene “la última palabra en la historia”, y de sobra es sabido que también tuvo la primera, aunque llegó tarde con esa primera palabra, pues creó el mundo, según estimaciones metafísicas de los más ilustres teólogos, alrededor del año 4000 antes de convertirse en su propio hijo y bajar a la tierra para salvar a la humanidad, y bien salvada que la dejó: al amparo de la Iglesia, el Papa y sus secuaces, que cuidan muy bien de los niños.

De todas formas, el Papa ya sabía todo esto, porque la Virgen —esa santa madre y esposa y quizá santa yerna y cuñada o suegra— ya se lo reveló a unos niños. Que te imaginas a los niños jugando debajo de un árbol y de pronto la Virgen que se les aparece y les dice:

—No os acerquéis mucho a los curas ni a los obispos, niños.

—¿Por qué?

—Pues porque son peligrosos: ahora no se sabe, pero dentro de unos cuantos años serán públicas y conocidas sus inclinaciones pedófilas.

—¡Hala! —se asombraron los niños—. Entonces… ¿el enemigo está dentro?

Pues eso es lo que dice el Papa: que el enemigo no está fuera, sino dentro de la Iglesia, pero no pasa nada porque todo se arregla con un par de penitencias, algún que otro exorcismo y… listo de papeles.

Así que no lo olvide:

Aplique con cilicio blanco

su penitencia y sus rezos:

sus delitos serán olvidados

y su expediente criminal

se volverá inmaculado.

11 mayo 2010

Confirmado: las Oposiciones a Secundaria de Murcia 2010 serán un fraude

Recientemente escribí sobre las consecuencias de que en las oposiciones a Secundaria no haya prueba práctica: comentario de texto, resolución de problemas, traducción, etc., según la especialidad.

Hace unos días encontré a dos colegas, de Filología Hispánica, y me dijeron que… ¡se van a presentar a latín! Como sólo tienen que estudiarse los temas teóricos y no se les exige traducción… Y, además, como no son de la especialidad, si sacan –según me dijeron– un tres, aprueban y entran en las listas.

Ayer me encontré a un colega, de Historia, y… ¡toma, toma toma! ¡Se va a presentar a latín también! Sin tener ni puta idea de latín.

Así que en tres días ya he conocido a tres personas que se van a presentar a latín en las oposiciones de este año. Sin saber latín.

¿Alguien tiene algo que decir? ¿Alguien da más?

07 mayo 2010

El Papa va a morir

Los obispos van a morir.

El obispo de Murcia también va a morir, ¡y sin responder la carta que le envié!

Los cardenales van a morir.

Los deanes van a morir.

Los curas van a morir.

Tú vas a morir.

Y yo... ¡Yo también voy a morir!

Es lo que hay...

05 mayo 2010

Contra el idealismo, ¡viva la realidad!

Recientemente han robado 800 euros de dos iglesias de Abanilla. ¡Ay, qué pena más grande! ¿Cómo puede ningún desalmado robarle a Dios? Quien dice un desalmado dice cualquiera, pues, como sabemos, el alma no existe. ¡No tenemos alma, señores! ¡Somos pura materia! Aunque podemos ser benévolos, condescendientes aún, con todos ustedes y conceder: “el alma está en el cerebro”, “el alma es el cerebro”, tu cuerpo es tu alma.

Así que a Dios ni le va ni le viene que roben en una iglesia o en una chabola. porque no existe. No hay Dios, como decía Jean Meslier -¡el cura ateo!- allá por 1700. A Dios le puede importar de la misma manera y en el mismo grado en que le puede importa a los Pitufos que la Iglesia haya sometido durante dos milenios a gran parte de la humanidad con sus cuentos y leyendas elevados a la categoría de la realidad. ¡Puras ficciones erigidas en verdades inmutables y eternas, incuestionables y evidentes! Gracias a Platón, a sus dicotomías (el mundo de las ideas y verdadero, frente al mundo sensible y falso) y a sus manipulaciones del pensamiento de su época (¡sus diálogos son infantiles!), a los estoicos, a la filosofía oriental, a la rabia y el odio de Pablo y Constantino, y a tantos otros mitos y fábulas precristianas, vivimos como vivimos.

¡El cristianismo es un sincretismo! ¿Dónde está la religión verdadera? ¡Si toda religión es un simple cúmulo de cuentos y mitos, incoherentes, inconexos! Aunque en los concilios se esfuercen por darles coherencia a sus discursos mágicos, son tan ciegos los pretendidos autorrepresentantes de Dios en la tierra que no lo consiguen: la Biblia, el Corán… ¡Los grandes libros, los libros sagrados, dictados por Dios mismo (¡Toma, toma, toma!: ¡el mismo Dios haciendo un dictado! ¡Un Dios dictador!), legitiman tanto poner la otra mejilla (esto sólo para el pueblo, claro) como torturar y exterminar a miles de personas (y esto de mano de los poderosos y mandamases de la Iglesia aliados con el poder político)!

Todo esto iba por los ladrones de la iglesia. ¡Los ladrones de la iglesia!

03 mayo 2010

Mensajes fanáticos

No tiene desperdicio el mensaje que me mandó un fanático religioso:


«ERES UN POETA DE LOS QUE NO QUEDAN , EL CIELO ACLAMA LAS ESTRELLEAS Y EL SOL NO PUEDE HACER NADA ANTE TANTA OSCURIDAD, QUE JESUCRISTO NUESTRO SEÑOR TE PERDONE Y TE ACOJA EN TU SENO AL LADO DE LOS QUE TE VIGILAN CONTINUAMENTE, PIENSA ED. Expundoctoctor Y ALGUN DIA LA SUERTE TE SONRREIRA Y LA PESTE BUBONICA DESAPARECERA, QUE EL SEÑOR TE PERDONE.»

¿Quién es Manuel Fernández?

Poco se sabe sobre este hombre escurridizo y misterioso como un pez en una novela de Conan Doyle. No son muchas las certezas sobre la vida de Manuel Fernández: que vive o ha vivido en Madrid; que nunca, bajo ningún concepto, da su número de teléfono; que jamás ha pagado una comida en un restaurante; y que está siendo buscado por un gran número de cobradores de morosos.

Efectivamente, Manuel Fernández lleva una vida ostentosa pero disimulada, si se permite el oxímoron, por eso es muy posible que hoy no se llame Manuel Fernández, sino José Martínez, Antonio López, Enrique Rodríguez o Francisco Pérez, y que no viva en Madrid, sino en Toledo, en Alcobendas, en Alcalá o en Guadalajara.

Manuel Fernández tiene una amplia colección de fotos familiares que ha ido robando de los diversos domicilios por los que ha pasado. Una vez robó un álbum de fotos que le sirvió para inventarse una ascendencia y una descendencia por medio de la cual consiguió la confianza y el dinero de un importante hombre de negocios, que días después se dio cuenta de que Manuel Fernández lo había estafado, por eso no le extrañó, cuando lo llamó por teléfono, que al otro lado le respondieran, con una voz llena de impaciencia:

-No, éste no es el número de Manuel Fernández, joder, estoy harto de que llamen preguntando por él...

-Disculpe…

-No, si no pasa nada, pero es que ya estoy harto de que llamen preguntando por ese tipo… Por cierto, si no es mucha molestia, ¿me puede decir quién es Manuel Fernández? Es que no se imagina usted la cantidad de veces que me llaman preguntando por él, y estoy hasta...

-No, bueno… Lo siento, disculpe –y colgó, sintiéndose culpable por haber molestado al pobre hombre cuyo número de teléfono le había dado Manuel Fernández.

Y, sin embargo, al otro lado del teléfono hay alguien que siempre se queda con las ganas de saber quién diablos es Manuel Fernández, qué ha hecho, de dónde es, por qué lo llaman tanto a ese número que no es el suyo, quién lo busca, qué debe, y, sobre todo, cuándo dejarán de llamarle a él, a José Martínez, preguntando por Manuel Fernández.

***

Pero seamos serios. Así no pasan las cosas: lo anterior era pura fantasía. Lo único cierto es que Manuel Fernández existe, que con toda seguridad vive o ha vivido en Madrid, que muy probablemente debe un montón de dinero a diversos acreedores y que a mí me llaman cada dos por tres preguntando por él, y hay incluso quien se asombra de estar hablando con un murciano porque, como digo, probablemente Manuel Fernández es madrileño. Ya estoy harto de que me llamen preguntando por ese tipo. De modo que ya lo sabe: si va a llamar a Manuel Fernández tenga en cuenta que quizá me esté llamando a mí, así que no se frustre si no consigue, jamás, hablar con él.

***

Seguramente habrá quien se pregunte: ¿Y por qué no te has hecho pasar alguna vez por Manuel Fernández?

A lo que tendré que responder: ¿Y correr el riesgo de que crean que yo soy realmente Manuel Fernández?