30 septiembre 2010

Los reproches

Todavía no le han reprochado lo de la navaja que lleva en el bolsillo de atrás. Ni lo del tirachinas y lo de las canicas de acero que guarda en la bolsa que pende de su cinturón. Ahora le están reprochando lo de la camisa, que dónde se la ha roto de esa manera, ¿cómo te puedes romper la camisa así? Es que no lo entiendo, pero entonces ha sacado las manos de los bolsillos para enseñárselo, ¿y eso? ¿No será sangre? ¡Dime que no es sangre, por favor!, le pregunta primero asustada y le grita después histérica su madre, ¡dime que no es sangre, dímelo! Y él que no, que es que había un botecico de pintura en el solar y me he puesto a abrirlo con un hierro y se me ha resbalado el bote y con el hierro me he rajado la camisa pero el bote se ha abierto y me ha manchado de pintura roja porque yo no sabía que era roja la pintura y, y le interrumpe su madre, ¿pero y esto? ¿De dónde has sacado esto, nene?, dime, ¿de dónde?, le pregunta asombrada e inquieta tras sacárselo del bolsillo delantero, y él, pues estaba en una bolsa de plástico dentro del bote de pintura, y su madre sin embargo aún le está examinando los brazos y quitándole la camisa en busca de algún corte, de alguna herida, y entonces ha encontrado la navaja y el tirachinas en los bolsillos de atrás, y venga a preguntarle que de dónde, y que cómo, pero cómo, y que no lo entiende, y él pensando que cómo le va a enteder, si él sólo tiene doce años y a ella, que tiene cuarenta y cinco, nadie le reprocha nada, y entonces ha sido cuando no ha podido reprimir ni por un segundo más el llanto y entre ríos de lágrimas y de mocos le ha contado lo del hombre, que se me acercó con una navaja cuando estaba jugando a las canicas en el solar y entonces tuve miedo y saqué el tirachinas y le di primero en el ojo y después en la frente, y le seguí tirando bolas de acero pero el hombre se acercaba cada vez más y entonces cogí una piedra y le di en toda la cabeza, puggg, así, y entonces sí que se paró y se cayó al suelo, pero dijo que me iba a matar a mí y a toda mi familia y entonces yo fui corriendo y cogí la navaja, que se le había caído, y se la clavé muchas veces, yo no sabía que iba a salir tanta sangre, mamá, pero la camisa me la rompió él mientras le clavaba la navaja en el cuello, y todas esas fotos -señalando a lo que le había sacado su madre del bolsillo delantero- las llevaba el hombre en su bolsito.

4 comentarios:

Eco dijo...

Joder, ¿qué coño salía en las fotos?

Torcuato dijo...

Me has hecho segregar adrenalina. Muy fuerte.
Un abrazo.

ed.expunctor dijo...

Vete a saber de qué eran las fotos. Yo no lo sé, pero me hago una idea...

Ralvøk dijo...

Genial