22 diciembre 2010

La falsificación de la navidad

Llamar "navidad" (lat. nativitas, nacimiento) a estas fechas es otra más de las falsificaciones sobre las que se ha construido la historia. Ningún dios ni ningún hijo de ningún dios nació un 25 de diciembre: eso sólo ocurrió dentro de un relato -en absoluto original, pues repite lo que decían otros muchos relatos muy anteriores en el tiempo- que después se configuró como libro, y sobre ese dato ficticio ustedes celebran la llegada al mundo del hijo de un dios que a su vez era el mismo dios y otro espíritu también divino igual a los dos anteriores pero otro porque eran tres pero sólo uno y trino, es decir, múltiple pero único, sólo tres personas que no son personas por ser divinas en un solo dios que, sin embargo, no es sólo uno por ser tres (disculpen la confusión de estas últimas líneas pero, como ustedes deberían comprender, la llamada "trinidad" es incomprensible: es únicamente asumible como ficción, y sólo creíble por obra y gracia del truco de la fe).

Ahora todo el mundo con la frasecita: feliz navidad, feliz navidad. Yo creo que es el único momento del año en el que la gente desea a los otros la felicidad, aunque también creo que la gente no es consciente de lo que está deseando, sino que es un puro decir, una frase ya petrificada que ha perdido absolutamente todo sentido, como hola, buenos días o buenas noches: un mero saludo, un absoluto formalismo.

Pero todo esto ustedes ya lo saben. Y si no lo saben, lo intuyen, porque qué absurdo, ¿verdad?, que un supuesto ser eterno y todopoderoso tuviese que hacerse parir por una mujer mortal en un pesebre para salvar a la humanidad treinta y tres años después muriendo crucificado a manos de los romanos, como si la humanidad necesitase de salvación. Pero, claro, para salvar a la humanidad están los representantes de ese dios y de cualquier otro dios en la tierra: para decirles a los hombres lo que tienen que hacer, lo que tienen que pensar, lo que no deben hacer, a quién tienen que dar su dinero, cómo tienen que comportarse, qué ritos deben repetir, qué palabras tienen que decir. Así les salva su dios: convirtiéndoles en seres humanos condenados a la ceguera: a la obediencia de unas normas absurdas, a la incapacidad para cuestionar crítica y seriamente, desde sus raíces, las causas, motivos y consecuencias de su comportamiento y, por supuesto, y causa a su vez de lo anterior, a la ignorancia más radical. El seis de enero sus hijos recogerán los regalos de los Reyes Magos porque el emperador Tiberio promulgó un edicto para que las estrenas o regalos se hiciesen en las calendas de enero, pero qué van a saber ustedes de esto, y de lo otro, y de aquello...

Así que, lo dicho, celebren su navidad, hínchense la pelleja, consuman mucha energía dejando todas las lucecitas del árbol y del belén encendidas durante dos semanas y no escarben en sus consciencias más allá de indignarse momentáneamente por cómo ha subido el precio del turrón..., y que qué tiempo más malo, ¿verdad? Que está el cielo así como que va a llover...


12 comentarios:

Rocío Andréu dijo...

Cuanta razón. Hay que ver como cambia el tiempo de un rato pá otro, si que parece que va a llover...

Feliz Navidad a ti también.

JE.

ed.expunctor dijo...

Pues sí, yo estoy todo el tiempo mirando al cielo, porque parece que sí y por eso no tiendo la ropa, pero cuando parece que no y la tiendo, entonces es cuando empieza a chispear y la recojo, pero inmediatamente a continuación deja de chispear y sale el sol, así que vuelvo a tenderla, lo que determina infaliblemente -¡infaliblemente!- que empiecen a caer gotitas, y si no hago caso pensando que si recojo va a dejar de chispear, entonces sí, entonces empieza a llover a cántaros o a cantimploras, incluso a garrafas de cinco litros, así que no me queda otra que fumarme un cigarro viendo cómo la lluvia moja la ropa y todo lo demás.

Rocío Andréu dijo...

Te comprendo, a mi me pasa algo parecido con el frio.
Nunca me pongo guantes, PERO a veces hace mucho frio, entonces pienso que debería coger los guantes.
Entre que lo recuerdo (cuando estoy en casa), y que los encuentro, pueden pasar varios días.
Luego, cuando salgo a la calle con guantes ya no hace frio. Entonces los llevo tres días en el bolso "por si acaso", hasta que me canso de pasearlos y los vuelvo a dejar en casa.
Entonces, irremediablemente, vuelvo a tener frio en las manos, pero ya no estoy en casa para poder cogerlos “así que no me queda otra que fumarme un cigarro pasando frio en las manos y en todo lo demás” ;)

ed.expunctor dijo...

Yo también te comprendo, a mí me pasa lo mismo con el paraguas. Siempre que miro al cielo (como ves me paso la vida mirando al cielo) y pienso o digo (pero si lo digo es porque lo pienso): "parece que va a llover", decido llevarme el paraguas, hecho que determina consecuentemente la ausencia absoluta de lluvia (esto sólo funciona en Murcia; en Lisboa sólo me ha pasado dos veces: las demás veces, que han sido muchas, siempre llueve, pero llueve porque yo tengo la ropa tendida), de modo que cuando digo: "pues igual no llueve, así que no me voy a llevar el paraguas", entonces sí llueve, y yo sin paraguas, con lo que no me queda más remedio que cobijarme debajo de una parada de autobús o en el quicio de un portal y fumarme un cigarro viendo cómo la lluvia moja la calle y todo lo demás, incluidos mis zapatos y los bajos de mis pantalones, e incluso -si hace viento- a mí mismo y a mi propio cigarro, entonces pienso: "tenía que haber cogido el paraguas", pero inmediatamente a continuación me recuerdo: "pues no, porque si hubiese cogido el paraguas no estaría lloviendo", pero me hago el inciso siguiente: "ya, no estaría lloviendo, pero tú no te estarías mojando", a lo que respondo: "cierto", y aún entonces no ha dejado de llover y yo ya me he fumado el cigarro.

Anónimo dijo...

Los regalos que lleven tu nombre nos lo quedamos :D

El Ejido 2010

ed.expunctor dijo...

A ver si nos entendemos...

Los regalos se hacen en tales fechas porque el edicto del emperador Tiberio prohibió que las estrenas se demorasen más allá de las calendas de enero, que “se celebraban especialmente con dones y regalos, en cuyo día se enviaban estrenas o pequeñas dádivas en particular de dulces, en señal de buen agüero [...] a fin de que las cosas dulces les hiciesen pronosticar que lo serían también los días del año entrante” (Johann Gottlieb Heineccius: Tratado de las antiguedades romanas: para ilustración de la jurisprudencia dispuesto según el órden de las Instituciones de Justiniano, Madrid, Imprenta de la viuda de la Sota, 1845, p. 256).

Si relees lo que he escrito observarás que no condeno el hecho de hacer regalos, sino la falsificación bajo la cual se hacen: la falsificación consiste en atribuir esa costumbre a un hecho que jamás tuvo lugar, sino que forma parte de un relato, y, por tanto, de una ficción: la visita de los Reyes Magos al hijo del dios de la mitología cristiana, que a su vez era él mismo el mismo dios y el otro espíritu, una trinidad que no es sino una manifestación de politeísmo.

Así que si llevan mi nombre son para mí. De todas formas, ¿para qué quieres un libro? XDDDD

Lisboa, 2010.

Rocío Andréu dijo...

Que grande eres XDD

p.d. Pues algo parecido me pasa a mí con la ropa de abrigo. Cuando me visto me pongo la ropa pensando en el tiempo que hacía el día anterior, así que lo mismo salgo a la calle con un jersey de cuello alto, la cazadora, un pañuelo y sin guantes (porque si el día anterior hizo frio seguro que se me olvidaron), y resulta que no sólo no hace frio sino que está el sol brillando a todo lo que da, ¿y el frio?, el se ha quedado en mi casa (con los guantes), así que me paso el día paseando chaquetas, pañuelos y libros.
También es verdad que algunas veces soy previsora y antes de salir miro por la ventana a ver cómo está el tiempo… Entonces si veo que hace mucho sol me pongo sólo una camisa fina y quizá una chaquetilla, razón de más para que cuando esté en la calle resulte que hace viento o frio o las dos cosas, pero “volver atrás es de cobardes” así que me voy ande fuera pasando frio y pensando “parece que se ha revuelto el tiempo” (mientras miro al cielo, porque para decir esa frase es imprescindible mirar al cielo).

ed.expunctor dijo...

Ciertamente, pero hay que ser optimista, y no sólo serlo, sino que hay que poner en marcha todos los mecanismos necesarios para que el optimismo se concrete en resultados positivos que nos ofrezcan ocasión de júbilo y alegría.
Consecuentemente, después de la lluvia que cae cuando tiendo la ropa o cuando me dejo el paraguas en casa, aprovecho para pasear por la huerta o por los solares pertrechado con una bolsa de plástico o, mucho mejor, con una redecilla en busca de caracoles, pues aunque de pequeño comía y ahora me da cosa comerlos, imagino lo buenos que tienen que estar en un arroz o con tomate frito, que es como los comía de pequeño, sacándolos de sus antes casas y entonces ataudes con un palillo, siendo, por supuesto, plenamente consciente de que, una vez que pasen por mi gaznate, ya no van a estar en el cielo, aun cuando su materia se reintegre en el ciclo de la vida y, dado que en su mayor parte están compuestos por agua, antes o después caerán del cielo en forma de moléculas de H20 y me mojarán la ropa, o los bajos de los pantalones, o el cigarro.

Rocío Andréu dijo...

Me alegro de tu optimismo y estoy segura de que si coges muchos caracoles conseguirás que cada vez se te moje menos la ropa, o los bajos de los pantalones o el cigarro.
Aunque a mí me gusta el olor a tierra mojada y también mojarme un poco cuando llueve, así que preferiría que de vez en cuando te acordaras de sacar a pasear el paraguas a pasear por Murcia, además así después podrías ir a coger caracoles…

p.d. Como soy algo pesimista, por ahora no voy a poner en marcha ningún mecanismo para que deje de hacer frío. Quizá cuando llegue el verano y lo eche de menos se me ocurra algo…

ed.expunctor dijo...

¿Qué relación encuentras entre coger muchos caracoles y que se me moje menos la ropa? Que no por coger muchos caracoles va a llover menos, ¿o qué?
Por otro lado, cuando he llenado la redecilla de caracoles no puedo resistirme a llevar a cabo un acto de sabotaje al sistema e ir a la plaza del Ayuntamiento y soltar todos los caracoles en los parterres que tienen allí, para que se coman toda la vegetación y dejen a los políticos con unas vistas desérticas.
Pero fíjate qué gran corazón tienen los caracoles que, una vez que los he soltado y me dirijo hacia mi casa, advierto por el rabillo del ojo que me siguen... Imagínate, yo andando por la plaza del Ayuntamiento y trescientos caracoles detrás de mí.

Rocío Andréu dijo...

jaja quizá era tarde y se me fue la pinza un poco... Además, joé, que sí, que estaba el tiempo muy feo anoche...

Me imagino a los tresciertos caracoles abandonados en los parterres del Ayuntamiento, intentando alcanzarte y dejando una estela de babas tras de ti...

ed.expunctor dijo...

Siempre se puede encontrar una relación, no hay que desistir en la búsqueda. Yo veo una en el hecho de coger caracoles y de que la ropa se moje más. Por ejemplo: cuando salgo a coger caracoles lo hago porque antes llovió, momento que los caracoles en manada aprovechan para sacar sus cuernos al sol. En tal situación, yo salgo de casa sin paraguas. Precisamente por no llevar el paraguas se multiplican las posibilidades de que llueva, así que llueve, y no sólo se moja la ropa que tendí aprovechando que dejó de llover, sino también la ropa que llevo puesta.
Por cierto, lo de las babas de trescientos caracoles, por decoro, no quise mencionarlo, pero a todos nos viene, indefectiblemente, la imagen del rastro que iban a ir dejando los trescientos, como si se tratase de los espartanos guiados por Leónidas que se dirigen a luchar contra los persas, pero persa, por no tener, no tengo ni gato, pero ¿qué tienen que ver los gatos con los caracoles? Pues sin ir más lejos hay una pieza teatral que, precisamente, se llama "Gatos y caracoles".