No le falta razón al de este bar de la calle de la Merced, que ha puesto un letrero en su cristalera para profetizar -a pesar de las faltas de ortografía, que yo omito- su futuro: “Aquí se puede fumar. / Cuando no se pueda fumar, / más gente al paro. / Gracias, Zapatero”.
Porque, ciertamente, van a ser muchos los bares que tengan que cerrar. Yo, al menos, a cuento de qué me voy a tomar un café en un bar si no me puedo fumar un piti, porque yo no acompaño el café con un cigarro, sino el cigarro con un café, así que ya se sabe:
No piti, no coffe.
Está bien que prohíban fumar en los bares. Eso sí: en las plazas de toros y en los estadios de fútbol, ni de coña, porque ahí hay muy poca gente, y ya se sabe que el aire va del suelo al cielo y se lleva el humo lejos, hacia arriba, porque el aire nunca va de lado y jamás arrastra el humo a las narices de las personas que están alrededor. Fíjense en este dato, politicuchos de cuatro al quinto. Aunque cómo van ustedes a prohibir fumar ahí, siendo fútbol y toros algo así como religiones nacionales: ¡El circo de los romanos! Para bobos y para sádicos.
Eso sí: como yo no voy al fútbol (ir al fútbol, siguiendo a Bukowski, es pagar para ver cómo unos cuantos tipos multimillonarios le pegan patadas a un balón…) ni a los toros (ir a los toros es pagar para ver cómo un tipo rico tortura a un toro hasta matarlo) ya no podré fumar en ningún sitio público, salvo la calle y los parques, de donde progresivamente van desapareciendo todos los árboles y todos los bancos para que la gente no se acostumbre y se quede en casita encerrada.
Casualmente, hace poco que tengo una cafetera express, y de aquí a un par de semanas me estaré haciendo unos cafés que ni en Italia, te lo digo.
Total, que no podremos fumar en sitios públicos cerrados pero, curiosamente, salvo que los papás de turno se opongan, los crucifijos se quedan en las aulas de este estado laico y aconfesional de mentira. Pues fíjense de nuevo, politicuchos de nueve al décimo: más perjudicial para la salud es un crucifijo que un millón de cigarros. Yo, al menos, prefiero morir con una consciencia clara de la realidad antes que vivir en una inconsciencia absoluta.