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Pregunta: ¿Qué ciudad levantina significa, según el diccionario, "Renuncia de la fe cristiana"?
Respuesta: Elche
«[…] está comprobado que las palabras sólo transmiten el 7% del mensaje; el tono de voz, entre el 20 y el 30, y el resto de nuestro cuerpo, especialmente el rostro, entre el 60 y el 80%. La conclusión final es que el 93% de un mensaje se transmite mediante comunicación no verbal.[…]
Knigth [catedrático de Antropología en la University of East London] sabe que las palabras no sirven para nada. Las palabras, el lenguaje no sirve para que las personas sientan una buena predisposición para el diálogo. Para ganar la confianza de alguien se requiere algo más poderoso que las palabras. No es verdad que hablando la gente se entiende. Hablando la gente se confunde.»
(Eduard Punset: Por qué somos como somos, Madrid, Punto de Lectura, 2010, pp. 242 y 244)
¿Qué diferencia hay entre antes de entrar y después de salir? Puesto que antes de entrar estoy exactamente en el mismo sitio que después de salir: en la puerta de mi casa... La única diferencia es temporal, como se desprende de los adverbios que preceden a los infinitivos: antes, después.
Sin embargo, de esta última apreciación sólo se dio cuenta cuando, por no hacer caso a su madre, entró a su casa sin restregar las suelas de los zapatos en el felpudo. Después de salir los zapatos ya no llevaban, como sí lo llevaban antes de entrar, barro en las suelas, que se diseminó en el intervalo que iba del antes al después.
Art. 14. Los españoles son iguales ante la Ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social.
Sin embargo, se prevé que dentro de poco cambien los términos de la ley:
Art. 14. Los españoles son iguales ante la Ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, género, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social.
A tal modificación apuntan noticias como ésta:
—Pues me parece muy bien. Ahí tenéis las tijeras. Por mí como si os cortáis el café, la sangre o un poco.
«Muy bien está el desdén a la gramática, pero es de quien pisó los campos de la metagramática, de la filología y la lingüística castellanas, no de quienes quedaron por debajo de aquélla, de la gramática.»
Unamuno
Si alguien que está furioso es alguien furibundo, alguien muy pensativo es alguien cogitabundo y alguien que medita es alguien meditabundo, ¿alguien que tiene náuseas es alguien nauseabundo?
Como sabemos, la última reforma que hizo la Real Academia de la Lengua tendió a simplificar las reglas ortográficas. Entre otros muchos cambios, las tildes de los pronombres demostrativos ya no son necesarias a no ser que haya posibilidad de confundir el pronombre con un determinante, algo que es bastante difícil, porque éste es pronombre y éste también lo es, mientras que en este pronombre “este” no es pronombre, sino determinante. Lo cierto es que es complicado no distinguirlos, y hay que rebuscar demasiado para encontrar un ejemplo. Sólo faltó incluir que fuese obligatorio poner la tilde en ésto, para no confundirlo con el demostrativo esto que no existe. En cualquier caso, todas las reformas parecen encaminadas a facilitarles la vida a los chavales, porque los pobres, con tanto msm y sms, se acaban haciendo un lío con las letras en el cerebro.
Por estos motivos, entre otros, en un futuro no muy lejano, el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua (a.k.a. DRAE, y quizá en ese futuro no muy lejano sólo DRE, como el rapero) definirá el término filología de la siguiente manera:
Filología. (De lenguas muertas cuyo nombre ya ni recordamos ni nos interesa). 1. f. Ciencia que observa de refilón el filo de las palabras. 2. f. Ciencia que mira de perfil y sin fiarse el perfil de las palabras. 3. f. Ciencia que perfila y redefine las palabras refundidas por los usos móviles y el principio de economía lingüística.
Aunque quién nos dice que en un futuro no muy lejano lingüística no se podrá escribir sin diéresis, porque para qué los dos puntitos, si ya sabemos que se pronuncia la -u-, y si no se pronuncia no pasa nada tampoco, porque diciendo linguística también nos entendemos; a fin de cuentas también eliminaron la obligatoriedad de escribir psiquiatra o psicopombo con p-.
He estado un rato leyendo blogs y me he encontrado con dos burradas que merecen figurar en los anales de las faltas ortográficas. Por la cualidad de los errores, omitiré los blogs en los que me los he encontrado, para no poner en evidencia a sus autores:
1. “...se forma como grupo haya por el 2005...”
2. “... la ventana. Tequleaba con rapidez...”
Si la primera falta es de esas garrafales (y, aun siéndolo, no es la primera vez que me encuentro con ella: en una de las clases que di en un instituto tuve el dudoso honor de leer, escrito por una alumna de 3º de la ESO, “haya y haca”, ¡allá y acá!), la segunda no deja de tener su gracia: “tequleaba” casi suena a sodomía...
La violencia genérica es, como su propio nombre indica, la violencia que tiene la misma composición que una violencia específica pero que, para distinguirla de cualquier violencia específica, como podría ser la violencia física y psicológica que ejerce el marido sobre la mujer al pegarle en su casa o en la calle; decía que la violencia genérica tiene la misma composición que la específica, pero para darle menos importancia se le califica con el adjetivo “genérica”, que también puede expresarse con el sintagma preposicional “de género”: violencia de género o genérica.
Con esta denominación se oculta la realidad tras las palabras: es evidente que no es lo mismo decir “la violencia de género ha crecido” que “los delitos de agresiones físicas y psicológicas contra la mujer han crecido: de tanto puñetazo y de tanta puñalada y de tanto disparo se han inflamado”. Es claro que en el primer caso no aparecen las palabras puñetazo ni puñalada ni disparo.
Sin embargo, el legislador (léase: los políticos), en su ánimo de ser políticamente correcto y lingüísticamente eufemignorante, decidió consagrar el sintagma “violencia de género” para definir las agresiones físicas y psicológicas del hombre a su pareja, pero... ¿a quién le va a preocupar una violencia genérica, que suena casi a una violencia abstracta que sólo tiene lugar en el mundo de las ideas platónico?
Al ciudadano le preocupan las cosas concretas, específicas, no las cosas abstractas, genéricas. No es de extrañar que las campañas publicitarias encaminadas a acabar con ese tipo de violencia no tengan ningún éxito. Quizá el día que cambien la denominación empiece a cambiar la percepción del fenómeno de la violencia genérica o de género que, por cierto, suena a que sale más barata, como los medicamentos.
- Tía, ayer estuve de compras...
-¿Sí, tía? ¿Y no me llamaste? Jo, qué cabrona...
-Bueno, tía, es que estaba depre en mi casa y salí a darme un gustazo, y... ¿a que no sabes a quién vi?
-Pues... no sé, tía... Dímelo, venga...
-¡A Julio!
-¡¿A Julio!?
-¡Sí, tía, a Julio! En la puerta de Zara, tía, y estuve hablando con él... ¡¡Y me dio su teléfono!!
-Jo, tía, me parece aférrimo, o sea, muy fuerte...
No sólo somos lo que decimos, sino también cómo lo decimos. Estamos, pues, configurados por el qué y por el cómo: por el fondo y por la forma. Nuestro lenguaje, además de vehicular nuestro pensamiento, es un reflejo de éste: cuando hablamos nos ponemos en evidencia, nos desnudamos, porque nuestras palabras nos delatan.
Al enfrentarse a la dualidad lenguaje/pensamiento, hay que tener en cuenta que no todo aquel que tiene lenguaje tiene pensamiento. Ocurre singularmente en el ámbito político que se tiene lenguaje y no se tiene pensamiento, al menos pensamiento entendido como algo personal, pues nada hay más personal que el pensamiento, como decía Thomas Mann en algún sitio.
Es muy elevado el número de individuos que funciona en el terreno político como podría funcionar un reproductor de mp3, un disco de vinilo o un loro: por repetición. Estamos ante el caso paradigmático de individuos que tienen lenguaje y no tienen pensamiento.
Son fáciles de reconocer porque repiten los discursos que ya han oído, discursos prefabricados, enlatados, embotellados: discursos muertos, sin importar que sean de izquierdas o de derechas, con el agravante de que, cuando sospechan en su fuero interno que su repetición ya no convence, echan mano del insulto y del ataque personal y fundado en mentiras.
Su ausencia de pensamiento queda evidenciada cuando ante un hecho o un argumento concreto advierten que ya no se puede sostener su mentira y responden que precisamente eso es lo que ellos decían y que, por tanto, siempre han tenido razón, haciendo gala de una hipocresía exquisita, aristocrática: manteniendo, impávidos, la compostura.
Esta tarde le comentaba a Poisonirvy, a la que le interesa el fútbol casi tanto como a mí:
—Mira, al final al Aragonés le ha salido bien la jugada y ha triunfado.
—¿A quién?
—Al entrenador de la selección de fútbol...
—¿Por?
—Porque no convocó a Raúl para jugar el partido de España y llevan toda la semana dándole la brasa. Convocó a un tal Tamudo, que metió el primer gol, y han ganado a Dinamarca 3 a 1.
—¿Cómo? ¿A un tartamudo?
—No... A un tal Tamudo... -risas.
—Ah, he entendido a un tartamudo...
—Eso da para un post.
n 1 lgar d l mncha d cyo nmbre no kiero akrdrme no a much temp q vvia 1 hdlgo d ls d lnza n astllero adrga antig rcin flco y glgo corrdor [...]
El perro y los gatos: un perro y dos gatos. Como un perro se refiere sólo a una cosa es singular; como dos gatos se refiere a varias cosas es plural.
El dilema se plantea cuando decimos cero euros y advertimos que hemos hecho plural lo que ni siquiera existe. Entonces suspiramos de alivio al pensar que en esta sociedad no hay numeristas que clamen al cielo ante semejante aberración: que una palabra que denota una cantidad inexistente (cero) sea singular, cuando debería ser, en todo caso, ningular y hacer que la palabra a la que acompaña (euros) perdiese su plural y se convirtiese en ningular, para lo cual habría que inventar este nuevo número ningular, que tendríamos que aplicar a palabras como nada, ausencia, inexistencia, cero, etc., y que se extendería a aquellas palabras que con ellas concordasen.
Proponemos desde aquí la letra ‘z’ como morfema de número ningular. Ejemplos:
- Laz inexistenciaz es una cualidad sincrónicamente indemostrable.
- Su alma se hundió en laz nadaz absolutaz.
No grites es lo que te dicen cuando escribes en mayúsculas en Internet: ahí te preguntas en qué han quedado aquellos símbolos de exclamación. Y vas más allá y le preguntas a quien te dice que no le grites con tus mayúsculas:
-Si lo de las mayúsculas significa gritar, entonces escribir comiéndote letras, tildes, comas y cometiendo faltas ortográficas... ¿significa que te pasa algo en la boca y no puedes articular bien las palabras, o simplemente que aún no sabes hablar?