Teatro Marionetas d0 Porto
Direção: João Paulo Seara Cardoso
25/febrero/2011
Teatro Municipal São Luiz
(fragmento/video)
Yo lo único que digo, hablando por hablar, que es como mejor se habla, sin más condicionamientos que la simple lectura del libro en portugués, es que este libro es un ejercicio para burlarse de la sociedad de una forma radical. A pesar de eso, y en general, lo digo ya, no me ha gustado demasiado, quizá porque me esperaba otra cosa, porque tenía otras expectativas, todo hay que decirlo, puestos a decir. Aún así, algo se puede salvar. Al loro.
El libro tiene algunos fragmentos que empiezan siendo buenos:
«—O mal verdadeiro, o único mal, são as convenções e as ficções sociais, que se sobrepõem às realidades naturais —tudo, desde a família ao dinhero, desde a religão ao estado. A gente nasce homem ou mulher— quero dizer, nasce para ser, em adulto, homem ou mulher; não nasce, em boa justiça natural, nem para ser marido, nem para ser rico ou pobre, como também não nasce para ser católico ou protestante, ou português ou inglês. É todas estas coisas em virtude das ficções sociais. Ora essas ficções sociais sao más porquê? Porque são ficções, porque não são naturais [...]» (p. 20)
Otro ejemplo:
«[...] Sou materialista, pensava eu; não tenho mais vida que esta; para que hei-de ralar-me com propagandas e desigualdades sociais, e outras hitórias, quando posso gozar e entreter-me muito mais se não me preocupar com isso? Quem tem só esta vida, quem não crê na vida eterna, quem não admite lei senão a Natureza, quem se opõe ao estado porque ele não é natural, ao casamento porque ele não é natural, ao dinhero porque ele não é natural, a todas as ficções sociais porque elas não são naturais, porque carga de água é que defende o altruísmo e o sacrifício pelos outros, ou pela humanidade, se o altruismo e o sacrificio também não são naturais?» (p. 33)
Empiezan siendo buenos pero en seguida se tuercen por una pura cuestión argumentativa:
«Sim, a mesma lógica que me mostra que um homem não nasce para ser casado, ou para ser português, ou para ser rico ou pobre, mostra-me também que ele não nasce para ser solidário, que ele não nasce senão para ser de ele-próprio, e portanto o contrário de altruísta e solidário, e portanto exclusivamente egoísta.» (p. 33)
Porque el discurso del banquero está construido sobre la base de una sucesión de proposiciones en cuya concatenación la causalidad a veces tiembla y se resquebraja, y ello porque quiere llegar a un lugar concreto y prolonga y enreda demasiado el camino, un camino que ya lleva muchos siglos construido: Epicuro, Aristipo de Cirene... No en vano leemos esto, que nos recuerda a aquél:
«Sacrificar um prazer, simplesmente sacrificá-lo, não é natural; sacrificar um prazer a outro, é que já está dentro da Natureza; é, entre duas coisas naturais que se não podem ter ambas, escolher uma, o que está bem.»
Sobre su estructura podríamos pensar, en un primer momento, que deja mucho que desear: un diálogo entre el banquero y su amigo, que es el narrador y que apenas interviene. Este diálogo surge a partir de la pregunta que le hace el amigo (o meu velho), que se ha enterado de que el banquero fue anarquista:
«—É verdade: disseram-me há dias que v. em tempos foi anarquista...
—Fui, não: fui e sou. Não mudei a esse respeito. Sou anarquista.»
Por la construcción de los diálogos, inevitablemente recuerda los diálogos platónicos en los que el interlocutor se limita a asentir y a dar la razón al otro para que el discurso tenga la apariencia de diálogo, pero, como en el caso de los platónicos, es un monólogo. Ejemplos de las intervenciones del amigo-narrador escogidos al azar:
«—Sim, senhor; isso é concludente.»
«—Está bem.»
«—Está claríssimo. Continue...»
«—Criava-se tirania?... Criava-se tirania como?»
«—Sim: isso é muito curioso...»
«—Lembro-me, sim...»
«—Sim; v. tem razão.»
Por tanto, estas intervenciones tienen por única finalidad que el monólogo continúe. ¿Cómo salvamos la obra? ¿Por qué la salvamos?
Por una parte, por la defensa incondicional que hace del individuo, que es el único que puede salvarse, pues nadie lo puede salvar y a nadie puede salvar:
«—Sem dúvida. Mas eu já lhe disse que, pelo processo que descobri que era o único processo anarquista, cada um tem de libertar-se a si-próprio. Eu libertei-me a mim; fiz o meu dever simultaneamente para comigo e para com a liberdade. »
Por otra parte, porque pone en evidencia lo endeble de la construcción de los diálogos platónicos que, aún así, han disfrutado de tanta importancia por sus contenidos idealistas que a día de hoy la cultura occidental —debido a la apropiación que de ellos realizó el cristianismo, que los incorporó a sus mitologías y doctrinas— está influida de una forma extraordinaria por lo que en ellos se dice: desde la media naranja hasta el alma, la necesidad de sufrir en esta vida para gozar en la siguiente y todos esos disparates filosófico-fantásticos que se asumen, por la fuerza de la costumbre, como verdades inmutables y eternas...
Frente al diálogo platónico de juegos malabares infantiles, la otra filosofía, la que se elabora desde la experiencia de la realidad para construirse de acuerdo con la realidad: Epicuro, Diógenes, Aristipo...
Las mujeres de Lisboa apenas usan zapatos de tacón. El tacón de aguja está proscrito: no verás a ninguna mujer con unos stilettos contoneándose mientras camina, de la misma manera que quedan prohibidos los tacones pump, ni se pondrán jamás de moda los tacones tapered ni, por supuesto, las botas de Gianmarco Lorenzi, de modo que sólo verás por las calles de Lisboa a mujeres con zapatos sin tacón, y las que se deciden a ascender unos metros del suelo optan por tacones block heel o, quizá, tacones del tipo wedge, pero no porque ellas quieran, sino porque en caso contrario se romperían los tobillos: sus huesos se quebrarían como ramas secas al tropezar por obra y gracia del enlosado de las aceras, pues en Lisboa todas las aceras, absolutamente todas, excepto quizá el 1%, y tal cifra puede que sea demasiado alta, están enlosadas con piedras, lo que convierte el hecho de andar en un pequeño suplicio.
Y si a este tipo de enlosado se añade que desde octubre hasta marzo la lluvia cae día sí y día también, con algún que otro día de descanso salteado, el suplicio se convierte en artístico, pues mucho arte se requiere para evitar los pequeños charcos que se forman en la acera, para evitar sucumbir a la fuerza de atracción de las zonas resbaladizas, y para, en fin, caminar manteniendo el equilibrio.
Quizá una funámbula en Lisboa pueda caminar con zapatos de tacón.
<--El suelo de las aceras de Lisboa
El suelo de algunas calles de Lisboa-->