28 julio 2008

Intrascendencias

Tras pasar la muerte creyendo que la vida iba a ser el momento más trascendente de mi existencia, nazco y descubro, tras vivirla, que estaba equivocado.

De la misma manera que el bostezo no tiene un significado más allá de la ralentización insustancial del tiempo, así la vida no es más que un mínimo paréntesis en el eterno transcurrir de la muerte, y no debe engatusarnos con la aparente vitalidad de sus galas: me deslumbraba por pensarla en relación con los otros, pero finalmente he comprobado que no se trata más que de un hecho fugaz y transitorio de una menudencia irreversible, y que lo realmente trascendente es el único hecho absoluto, estático y perpetuo de la muerte, tan solo alterado por la minúscula turbulencia del bostezo de la vida.

Que podía, si no, tener mayor trascendencia que tus uñas en mi espalda mientras la muerte me soñaba.

3 comentarios:

Antonio Rentero dijo...

Magnífica moneda de dos caras la de estas dos últimas entradas en el blog...

Anónimo dijo...

Es buenisimo tio.

-=+

Profundistas dijo...

"Ya no me queda tiempo.
Escribir se ha hecho un acto de fe en contra de mis instintos.
Pongo un libro sobre la mesa para evocar nostalgias o memorias deformadas que rellenan este silencio sangriento de soledad.
La desesperación domada a través de los artilugios de la filosofía. Puedo sentir cada órgano de mi cuerpo como trama un dolor insoportable para mí. Lo deseo. Deseo un dolor inconmensurable.
Justificarme ante mi cobardía, postrado en una cama supurando lepra, carcomiendo cáncer, alimentándome de sufrimiento intencionado para mi autodestrucción porque necesito un pretexto ante el tribunal del mundo, embaucarlo, traicionarlo, sentenciarlo desde mi enfermedad, mi corrosión existencial, desde mi último intento de vida.
He decidido no salir más a la calle si no es para que alguien me arrollé con su coche.
Me permito desafiar a la muerte provocándola a que me aniquile mal.
Sin embargo, por más que los que me rodean me deseen para bien, me consumo en la posibilidad. Soy un aliento constante de muerte, esperanza falsa con un estigma que arde en la frente para gritarle al mundo: YO NO PERTENEZCO A ESTE MUNDO.
Desaparecer.
Quemar todo.
Regalar olvido, alivio. Terminar con la farsa.
Pero antes, escribir, desde dentro, salvajemente, visceralmente volcar la vida, drenarla, sangrarla en el vacío de una página en blanco, exprimirla y legarla a la posteridad como símbolo de una venganza contra la muerte. Entonces, ganaré la partida final.
Volcar la vida entera en la hoja en blanco para que nada quede sin alumbrar.
Entonces, el juego tendrá final y el círculo de la angustia cesará.
Deseo un dolor terrible. Estoy enfermo, me reviento de existencia.
Lector, soy tu prójimo, un asesino, un padre, un policía, un idiota, un barrendero, un mendigo, un poeta, un otro cualquiera. Soy un desconocido, tu miedo íntimo, a qué esperas?, ya casi no te queda tiempo."