Y ahora soy ateo, es decir, soy realista racional.
Exactamente, ahora.
Ahora tengo plena consciencia de la inexistencia de Dios (palabra que se escribe con mayúscula porque es un nombre propio, igual que Antígona o Teseo), no tengo ni una sola duda de la falacia que constituye dicho concepto. Barajar siquiera la posibilidad de que exista es propio de alienados, y yo antes barajaba esta posibilidad también, junto a la posibilidad de su inexistencia. Yo, que criticaba a los alienados, estaba, sin ser consciente de ello, alienado.
Ahora puedo decir, y digo, que Dios no existe. Y no pasa nada. La razón y la realidad lo confirman, y quien no lo ve es porque está ciego, lleno de problemas psicológicos y traumas inculcados y determinados por el peso lapidario de la tradición religiosa en la que se ha desarrollado como individuo y que le ha amputado la capacidad de ver, la competencia para dialogar y para discutir. Y tiene una parte de culpa, pero no toda la culpa. La culpa mayor sólo es atribuible a quienes idearon los sistemas religiosos y a quienes los sustentan a día de hoy.
Hay que aceptarlo.
Es durísimo, porque la realidad es terrible, cruda y sin concesiones, y eso asusta mucho al principio. Es tener la certidumbre de que sólo hay un abismo de nada tras la vida, la certidumbre de que después de la vida no hay absolutamente nada, nada. Y al aceptarlo te liberas de todos los pesos, de todos los lastres que te han echado encima a lo largo de tu vida en el ámbito familiar, laboral, económico, político, religioso, cultural, deportivo, etcétera. En todos los ámbitos de tu vida durante toda tu vida, todos los días de tu vida, como un goteo constante e incesante que durante tantos años mina y amputa, en tu subconsciente, tu personalidad.
La realidad es lo único que existe, no las ficciones de seres supremos que nos van a salvar. ¿A salvar de qué? ¿De la vida? ¿Nos van a salvar de la vida? Pero resulta que lo único que existe es la vida, la realidad. La desnuda realidad. Es lo que hay. Y punto. Y la aceptas o no la aceptas, pero si no la aceptas tienes que recurrir a los cuentos infantiles de la religión, y entonces resulta que no eres adulto, sino un niño que vive engañado. Porque si nunca hubieras descubierto que los Reyes Magos son los padres y te siguieran dejando regalos el 6 de enero en tu balcón, seguirías creyendo en ellos: ¡Seguirías creyendo en los Reyes Magos!
8 comentarios:
¿Ahora? :P
Me alegro de verte ;-)
Sí...
Igualmente.
Paz.
Welcome back, creo. No sé por qué las frases de retorno en otros idiomas lucen más que en castellano.
Pues qué gusto volver a leerte.
Y qué bien que haya alguien más que se haya dado cuenta de la inexistencia de Dios, cada día somos más.
NO siempre las crisis existenciales son buenas, te lo aseguro, todo lo que dices se podría discutir sin llegar a ninguna concludión, XDDDDD...esa és la vida...jeje.
Bienvenido por tu vuelta.
Quitarse el peso de cagarse en el Mismísimo sin remordimiento alguno (pues no existe), a mí me libera.
Muy agradecido a todos por vuestra bienvenida.
Al Anónimo: todo lo que digo se puede discutir y, tras la discusión, se llegará a muchas conclusiones. Ahora bien: si tú te sitúas en un punto de vista mágico-religioso, a pocas conclusiones vas a llegar, porque estarás instalado en una ficción que nada tiene que ver con la realidad.
Miguel: Ciertamente se disuelve todo remordimiento subconsciente. Lo realmente liberador es ser consciente de la inexistencia del "Supremo". Te quita un peso de encima... Algo así como el personaje que se da cuenta de que, en realidad, él no es personaje, sino que es el autor.
Pues nada Ed, bienvenido al mundo de los vivos (virtuales)
cada cual que crea en lo que quiera o en lo que le dejen..a fin de cuentas cada cual lleva su propia cruz...y siempre habrá costaleros que quieran coger nuestros pies de madera.
Diez meses en los que creí que te habías extinguido definitivamente...
qué pasó con elcordeldelito???
Lo dicho un placer leerte de nuevo.
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