En un Estado laico y aconfesional como el que se proclama en la Constitución Española, asistimos a una serie de conflictos y problemas que se plantean en el seno de las escuelas e institutos: el velo de las musulmanas.
Sin embargo, esto no es ningún problema, sino una sencilla consecuencia de la falta de contundencia en la definición del Estado laico y aconfesional en el que vivimos. Evidentemente, los poderes públicos no pueden prohibir que las niñas lleven velo mientras en los colegios e institutos públicos se impartan clases de religión y otros alumnos lleven cadenas con crucifijos, o se mantengan crucifijos clavados en las paredes. Se vean o no se vean, todo son símbolos religiosos, y si el Estado laico y aconfesional ha permitido que la religión se entrometa y ocupe un espacio público de educación, tendrá que arrostrar las consecuencias, de las cuales el velo no va a ser la más conflictiva.
¿La solución? Sencillísima. El legislador sólo tiene que definir con claridad los espacios públicos de enseñanza acogiéndose a lo que se estableció en la Constitución hace más de treinta años.
Y expulsar de una maldita vez la religión, la esquizofrenia aceptada socialmente en nombre de la idea de Dios, ese resto del pensamiento mágico-primitivo-irracional, de los colegios y de los institutos públicos.
Y punto.