El encuentro fortuito de dos amigos es un hecho cuya mecánica interna vulnera leyes lógicas, y el grado de violación se incrementa en sentido inversamente proporcional a las probabilidades del encuentro.
La casualidad se filtra en los hechos cotidianos y no le damos una importancia mayor que a las papeleras, cuya presencia, a veces, nos deslumbra por su camuflaje en esta ciudad que, poco a poco, va adquiriendo un aspecto cada vez más semejante a un queso gruyere.
También llamada coincidencia, la simultaneidad de dos hechos es a veces sorprendente, hasta el punto de que algunos la llaman milagro y no tienen más remedio que atribuirlo a unas manos sobrenaturales que nacen de lo divino.
Azar es otro nombre que recibe la suerte o el acaso, aunque hay quien, haciendo uso de la esperanza, la denomina hado o destino o sino o fatalidad. En cualquier caso, el resultado final es el mismo: la muerte, que, casualidad o no, es una irreverencia, una descortesía.