— Pues sí, señores, todo empezó el día 28 de enero, cuando se celebra la festividad de Tomás de Aquino, Santo para la Iglesia, y cuya obra más significativa, como ustedes saben, fue la Suma Teológica, un librito de literatura fantástica en el que este tipo, citando a cientos de autores, entre los que encontramos a nuestro querido Aristóteles y a su frustrado maestro Platón, se entretiene con juegos lingüísticos en su disertación sobre Dios, argumentando -hablando en plata- que su existencia se demuestra por su definición.
» Pues bien, este día, como les iba diciendo, se realizaba en todos los Institutos de Educación Secundaria de la Región de Murcia una serie de actividades extraescolares para festejar la agudeza indiscutible de Tomasso D'Aquino, cómo le vamos a discutir sus puerilidades, y cuál no sería la sorpresa de los profesores de los distintos Departamentos de los diversos Institutos cuando, mientras mantenían la reunión previa al desarrollo de las diferentes actividades, les llevaron una gran caja de bombones, algo que les endulzó aquel día, en el que hubo también refrescos para los alumnos, cervezas para los profesores, y bocadillos y agua para todos.
» Transcurrió aquel día con la normalidad propia de uno excepcional, pero no los siguientes, pues la mayoría de profesores no acudió a trabajar: casi todos se encontraban altamente indispuestos. Algo del estómago, decían. La situación fue alarmante: apenas había diez o doce profesores como máximo en cada instituto, y a todas luces era imposible que aquel día transcurriera con la normalidad propia de uno ordinario.
» Informados los respectivos cargos políticos de la situación, y ante la evidencia de que la indisposición de los profesores no se resolvería antes de cuatro o cinco días, decidieron recurrir a las listas -preferente y no preferente- para cubrir las bajas. Y así fue como yo empecé a dar clase en un instituto.
» Acepto mi culpa por el atentado de los bombones, que iban cargados para una semana de malestar intestinal, sólo una se... ¿Cómo? ¿Que por qué el intestino? Pues sí, claro que tengo respuesta para eso, usted verá, a mí, como a Tomás de Aquino, me gustan los juegos del lenguaje y asocié interino con intestino y, bueno, usted ya comprenderá... Pero lo importante es lo que decía, escúchenme atentamente: estos bombones iban cargados para una semana, señores, como podrán comprobar analizando el material que encontrarán en mi casa, pues una semana era el tiempo que necestibaba para comenzar a ejecutar mi plan, pero, aparte de esto, única y exclusivamente admito y confieso que soy el culpable de haber estado envenenando progresivamente al profesor a quien he sustituido los últimos diez años, que ha sido el tiempo que he necesitado para ir ganando los puntos que me hacían falta para conseguir plaza en las últimas oposiciones, a las del mes pasado me refiero, pero, y préstenme mucha atención, señores agentes, porque les digo la verdad, yo no soy ningún asesino en serie: yo no he matado a todos esos profesores de cuyas muertes me acusan. El mío sigue vivo, y ésa es mi mejor prueba. Seré un cabrón y un hijo de puta, pero no soy un asesino.
2 comentarios:
jajajaaajajaja!!
Idea arriesgada, aunque ingeniosa. Esa declaración de culpa me ha tenido en suspense.
La necesidad hace aventureros, ayer vi “Garbo, El Espía (el hombre que salvó el mundo)” documental de Edmond Roch, donde un desconocido Juan Pujol García se convierte en un doble espía con una red de espionaje ficticia, su capacidad para contar acontecimientos le valió que en más de una ocasión le pidieran concisión en los mensajes, pero los alemanes creyeron en su desinformación antes que en los correos que les llegaban de sus propias filas.
Un saludo.
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