El día que por fin se le apareció el Diablo y le dijo que había llegado el momento de que le pagase su deuda y que tenía que entregarle su alma antes de que diesen las doce de la medianoche dejó de consumir sustancias alucinógenas, aunque antes de perder su alma le pareció sumamente ingenioso el hecho de haberle replicado al Diablo que decir las doce de la medianoche era una redundancia y que ni siquiera su primo —el de sus tíos los abogados— sería tan gilipollas como para decir las doce de la medianoche, y todavía se dibujaba una sonrisa de satisfacción y se veía en sus ojos un especial brillo opalino cuando le pusieron una sábana encima.
26 septiembre 2010
Satisfacción
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1 comentario:
¡Qué diablo más tonto!
Todo el mundo sabe que se dice las 12 del mediodía.
Un abrazo.
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