«—Porque creo que debería haber un gobierno más representativo en el Imperio, más participación del pueblo, y más igualdad entre los sectores y todos los mundos. ¿Acaso no piensa lo mismo cualquiera que tenga dos dedos de frente y sentimientos?
—¿Y quieres que el Imperio sea abolido?
Raych guardó silencio. Hacer declaraciones subversivas era una cosa, pero hablar directamente en contra del emperador era peligroso.
—No he dicho eso —dijo—. Creo en el emperador, pero gobernar un imperio es demasiado trabajo para un solo hombre.
—No es solo un hombre. Existe toda una burocracia imperial. ¿Qué opinas de Hari Seldon, el primer ministro?
—Nada. No lo conozco.
—Todo lo que sabes es que el pueblo debería estar más representado en los asuntos del Gobierno, ¿verdad?
Raych fingió confusión.
—Eso es lo que Jo-Jo solía decir. No sé cómo se llama eso. Una vez oí a alguien llamarlo «democracia», pero no sé qué significa.
—La democracia es algo que algunos mundos han intentado. Algunos aún siguen intentándolo. Por lo que sé, no les va mucho mejor que a los demás mundos. ¿Así que eres un demócrata?
—¿Así se llaman? —Raych inclinó la cabeza, como si estuviera reflexionando—. Me siento como en casa siendo jaronumita.
—Claro que como dahlita...
—Solo viví allí un tiempo.
—...Defiendes la igualdad entre personas y todas esas cosas. Es natural que los dahlitas, que son un grupo oprimido, piensen de esa manera.
—Tengo entendido que en Wye las ideas joranumitas reciben mucho apoyo. Y aquí no estáis oprimidos.
—Es distinto. Los antiguos alcaldes de Wye siempre quisieron emperadores. ¿Lo sabías?
Raych negó con la cabeza.
—Hace dieciocho años —dijo el hombre—, la alcaldesa Rashelle estuvo a punto de dar un golpe de Estado. Los wyanitas son más anti-Cleón que jaronumitas.
—No sé nada de eso —dijo Raych—. No estoy en contra del emperador.
—Pero estás a favor de la representación popular, ¿verdad? ¿Crees que es posible que una especie de asamblea elegida democráticamente gobierne el Imperio sin verse salpicada por las disputas partidistas y políticas? ¿Sin quedar paralizada?
—No te entiendo —dijo Raych.
—¿Crees que muchas personas podrían alcanzar rápidamente una decisión en caso de emergencia? ¿O se limitarían a quedarse sentados y tirarse trastos a la cabeza?
—No lo sé, pero no parece correcto que solo unas pocas personas decidan el destino de todos los mundos.
—¿Estás dispuesto a luchar por tus ideales? ¿O solo te gusta hablar de ellos?
—Nadie me ha pedido que luche nunca por ellos —dijo Ryach.
—Imagina que lo hacen. ¿Cuánto te importan tus opiniones sobre la democracia o la filosofía jaronumita?
—Lucharía por ellas, si creyera que eso serviría para algo.
—Así me gusta. Así que has venido a Wye a luchar por tus ideales.
—No —dijo Raych, algo incómodo—. En realidad he venido a buscar trabajo. No es fácil encontrar trabajo últimamente, y no tengo créditos. De algo hay que vivir.
—Estoy de acuerdo. ¿Cómo te llamas?
La pregunta fue repentina, pero Ryach estaba preparado para ella.
—Planchet.
—¿Nombre o apellido?
—Es el único que tengo.
—No tienes créditos e imagino que no has recibido mucha educación.
—Eso me temo.»
[Isaac Asimov (1993): Hacia la Fundación,
La Factoría de Ideas, Madrid, 2010, pp. 142-143.]
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