Estos agentes que determinan el
rumbo de nuestra sociedad están planteándose muy seriamente vincular el derecho
al trabajo con la obligación a la muerte. La finalidad de la medida –que
supondría un considerable avance desde el punto de vista de la adquisición de
derechos y obligaciones definitivos e irrevocables– consiste en garantizar que
el dinero que los políticos, banqueros y empresarios no nos roban, nos
defraudan o nos expolian sea suficiente para cubrir las necesidades básicas
(alimento, excluidos los huevos, el caviar y otros bocados de lujo) del 99.9%
de la población.
Es evidente que si los políticos,
banqueros y empresarios no nos robaran el dinero que producimos con nuestro
trabajo, y no defraudaran miles de millones en sus actividades económicas
(aunque sólo defraudan porque después se amnistían sus delitos o se sobreseen
los procedimientos jurídicos que se incoan en su contra); decía, es evidente
que en ese caso, todos los ciudadanos tendríamos un nivel de vida bastante
considerable: todos seríamos ricos. Pero eso no les gusta a los viejos ricos ni
a los ricos recién llegados, que gustan de la exclusividad. Los diamantes
pegados en los zapatos son algo exclusivo. Y no todo el mundo puede llevar zapatos
con diamantes pegados, porque entonces los niños que extraen los diamantes de
las minas tendrían que trabajar tanto que morirían extenuados y, finalmente, no
habría niños que extrajesen los diamantes de las minas, así que se ve,
claramente, que los políticos, banqueros y empresarios nos roban, nos estafan,
nos expolian y defraudan inmensos capitales para evitar que los niños mueran.
En definitiva, con la nueva medida,
un trabajador, que ha gozado durante toda su vida de su derecho al trabajo (independientemente
de que haya o no trabajado: la existencia del derecho no implica la necesidad –ni
la posibilidad– de su ejercicio), gozará, desde el primer día de su jubilación,
de la obligación a la muerte, de forma que tendrá la obligación apremiante de
darse muerte en tal fecha.
En previsión de aquellos
trabajadores que hayan gozado del derecho al trabajo y no asuman su obligación de
morirse, se están previendo nuevas medidas que autorizan a cualquier persona a
ejecutar esta obligación en aquellos individuos que, pillos ellos, no la
asuman. Asimismo, se prevén recompensas. El portavoz de los políticos ha dicho
que aquel individuo que realice tal aplicación de las leyes matando a un extrabajador
ya jubilado y no muerto, gozará de una semana extra de vida tras su jubilación.
Una medida, sin duda, alentadora.
Evidentemente, de estas medidas
quedan exceptuados los políticos, banqueros y empresarios. ¿Pero por qué?, se
preguntará el lector. Bien. El lector debe comprender que no comprende nada del
mundo, de modo que es mejor que siga como hasta ahora y que ponga la televisión. En la
cuatro están dando un programa muy interesante. No se lo pierda.
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