Suicidio en el rubor de tus mejillas,
sedición de tu lengua lujuriosa,
silencio en el temblor de tu vagina.
Toda una epifanía el epigrama
que tu cuerpo dibuja entre las sábanas:
No tocar. El placer no tiene nombre.
Mas me llamas, me esperas y me miras.
Un incendio reaviva tus mejillas.
Tu cuerpo ahora parece un silencioso
navío de gemidos tan suicidas…
Acaricias tu rostro, y me miras
tan calma, y me miras tan furïa.
Soy toda tuya -dices en susurros-.
En los mares del sexo oral exijo
infinitos esfuerzos al barquero,
y fatigo su espalda hasta adentrarme
en las santas espumas de las olas.
Remo tu cuerpo al blanco desenlace,
evito la tragedia, los naufragios
sorteo, las tempestades esquivo,
exhausto desemboco entre tus piernas
y me ahogo devoto en tu crecida.
Tu lengua lujuriosa se retira
y regresa a su patria abandonada.
Veneremos las últimas espumas
cuando se extinga el último jadeo.
Silencio
en el temblor
de tu vagina.