Mis ojos vinculados a tus manos
esperan solamente reencontrarte
para poder de nuevo contemplarte
y de ilusión latir, mirarte ufanos.
Desean encontrarse más cercanos
a tus ojos esquivos, abrasarte
alegre, la mirada capturarte
y nombrar a tus labios soberanos
del reino de mi cuerpo y de mi nombre.
Me arrojo incinerado a tu regazo
y a tu antojo le dejo mi destino:
tal manojo de anhelos es el hombre
que quiere consumirse por tu abrazo
y enterrarse en tu fondo submarino.
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