25 mayo 2008

Dámelo todo

Alguna vez se me había insinuado, pero siempre me había resistido, hasta que el otro día se me fue la cabeza y cometí esta locura que casi me cuesta una ruptura matrimonial. Pero no crean que me escondo: mi mujer estaba delante, lo vio todo. Incluso hizo fotos, pero ella se quedó al margen.

Aquella boca ya se me había insinuado tantas veces... Aquella boquita redonda, húmeda, caliente... Su boca me lo empezó a susurrar, jadeante, desde el momento en que agarré el mango con mi mano derecha. Aquella boca abierta lo engulló entero y yo se lo di todo hasta llenárselo. Oía cómo succionaba, con qué énfasis absorbía, cómo se lo tragaba todo. Mi mujer miraba a través de la ventana, con los ojos abiertos como platos, con la cámara en la mano preparada para tomar la fotografía.

Yo tenía que sacarla de vez en cuando para evitar que se crease un vacío, pero enseguida volvía a metérsela para que ella siguiera succionando, llenándose. Y la exprimió hasta que no dejó ni una gota y, por si acaso, yo la sacudí un poco para que le cayese todo dentro y no se desperdiciase la más mínima pizca.

Ya había oído que sus servicios eran caros, que lo cobraba bien, pero cuando el encargado me dijo el precio protesté:

—¿Cómo? ¿52 euros? ¡Pero si apenas se la he metido veinte segundos!

—Si quiere le doy una hoja de reclamaciones, pero esto no tiene solución.

—Hombre, por 52 euros... Qué menos que no haya faltas de ortografía en el recibo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

30/05/2008