Por las calles de La Torre de la Horadada, de donde vine esta mañana, he visto pasar, a lo largo de casi tres décadas, afiladores, vendedores de sandías y melones, tapiceros y panaderos, entre otros oficios callejeros.
He visto al afilador en bicicleta primero, después en moto, luego en Seat Ibiza 1.2 y, finalmente, en furgoneta, siempre con su misma cantinela:
—¡Elafilaooooor! ¡Se afilan guchillos, navahas, tiheras, tiheras de coser, tiheras de cocina! —primero a viva voz y, finalmente, mediante una grabación difundida por altavoz, enmarcada, eso sí, por su musiquita de siempre.
Panaderos con el mismo aviso:
—¡Meeec! ¡Meeec! —doble pitido prolongado del claxon de la furgoneta.
Tapiceros que esparcen su sonsonete a través del megáfono que reina sobre el techo del furgón:
—Atención, señora: ha llegado a su ciudad el tapicero amigo —anuncia una voz de mujer con un tono de insinuación—. Tapizamos toda clase de muebles: sofás, sillas, sillones, tresillos [...] Recogemos y entregamos en su propio domicilio. Atención, señora: ha llegado su ciudad el tapicero amigo. —y así sucesivamente.
Y vendedores que ofertaban sandías luneras a precio de baratija el kilo:
—¡Sandíííías! ¡Melooones! ¡A cinco duros el kilo! ¡Venga, señora, que me las quitan de las manos!–al principio, y últimamente a menos de un euro, con la diferencia de que últimamente no promulgan su actividad comercial, sino que, casa por casa, la vendedora va preguntando a los inquilinos si quieren sandías o melones, que los tengo mu' buenos y baratitos, paaayo.
Pero lo que nunca había visto, hasta hace unas semanas, era el camión de los helados:
1 comentario:
Por los pueblos de Murcia llevan como unos 10 años pasando. Al principio estaba bien, porque casi nadie compraba helados para tenerlos en sus casas porque se te derretían por el camino desde el hiper de turno hasta tu casa, de ahí que el hecho de que te los llevaran hasta la puerta de casa era un lujo. También venden todo tipo de comida congelada.
Pero claro, todo tiene un precio y éstos eran caros. Mi madre decidió invertir en una bolsa refrigerada para los congelados y los comprábamos en Pryca/Carrefour y el resto de vecinos hizo más o menos lo mismo y dejó de pasar el carrito, porque no salía rentable.
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