«Pos sí, qué capullo, somos ninis, así nos llaman ahora, y qué pasa, coño, con un par, sí señor, y orgullosos además, ¿o qué?, ¿les jode?, pues que se jodan, a mí me la sudan ellos y sus recriminaciones de princesita, además, qué capullo, yo lo reconozco, con un par, y no como tos esos ninis encubiertos, porque los ninis no somos sólo los que estamos to el día ahí tiraos en el parque bebiendo y fumándole, pos no, claro que no, qué capullo, que hay por ahí un montón que te cagas de ninis ya con sus treinta, sus cuarenta, sus cincuenta y hasta sus sesenta años, coño, que estudiar no estudian y trabajar tampoco trabajan, pero como tienen nómina y cobran tos los meses pos no son ninis, pos una mierda, son tan ninis como tú y como yo e incluso más, qué capullo, por lo menos más sinvergüenzas que nosotros seguro, no me jodas, y eso por no mentar a los políticos trajeaos esos que trabajar sí trabajan, sí, pero para robarnos, bueno, a nosotros no, que no hacemos na ni ganamos na, así que qué nos van a robar a ti y a mí, un capullo, pero a nuestros viejos, nene, a nuestros viejos sí que les roban, y a to la peña, que son mu listos, ¿cuánto es?, toma, cóbrate, y mira a ver si sobra algo, guapa.»
Y, mientras le guiñaba el ojo, puso un montón de monedas de cinco, diez y veinte céntimos en la mano de la cajera.
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