30 marzo 2006

Condenada casualidad

El encuentro fortuito de dos amigos es un hecho cuya mecánica interna vulnera leyes lógicas, y el grado de violación se incrementa en sentido inversamente proporcional a las probabilidades del encuentro.

La casualidad se filtra en los hechos cotidianos y no le damos una importancia mayor que a las papeleras, cuya presencia, a veces, nos deslumbra por su camuflaje en esta ciudad que, poco a poco, va adquiriendo un aspecto cada vez más semejante a un queso gruyere.

También llamada coincidencia, la simultaneidad de dos hechos es a veces sorprendente, hasta el punto de que algunos la llaman milagro y no tienen más remedio que atribuirlo a unas manos sobrenaturales que nacen de lo divino.

Azar es otro nombre que recibe la suerte o el acaso, aunque hay quien, haciendo uso de la esperanza, la denomina hado o destino o sino o fatalidad. En cualquier caso, el resultado final es el mismo: la muerte, que, casualidad o no, es una irreverencia, una descortesía.

Aquí, aquí es donde nos quedamos.

1 comentario:

José Manuel Martínez Sánchez dijo...

¿Está nuestro destino marcado o somos nosotros los que vamos haciendo nuestro destino día a día? Yo siempre me hago esa pregunta y nunca encuentro acertada respuesta, quizá porque no la haya. A veces interesa vivir un destino marcado, así no nos hemos de preocupar demasiado ni esforzarnos mucho, pero otras veces tenemos la necesidad de actuar y de creer que podemos cambiar nuestro destino, nuestro fatum. ¿Quién supiera decirnos si todo intento de cambiar nuestro destino responde ya a una de las actuaciones que marca nuestro destino? Ufff, qué agobio. Y Dios, ¿dónde está para responder a estas preguntas? Seguramente escribiendo nuestros destinos.