Andamos por la vida como funámbulos. Nuestros equilibrios semejan el zigzagueo de las chicharras por los bordes de los pasillos del dédalo del burdel del delirio, con tanto de enredado en las compuertas del sustantivo.
Damos saltos mortales con los labios entreabiertos y caemos sobre las puntas de nuestros párpados, que se enroscan en la cuerda floja con movimientos de elásticas torsiones, distorsionando la vista y engendrando geometrías oníricas: curvas de texturas corvas, círculos de blanca cicuta, escuálidos cuadrados de tiza.
Intuimos adyacencias adventicias, pero no por eso madrugamos: el reposo embriaga nuestro encéfalo y el ácido úrico no exige que nos arranquemos las adormideras.
Cuando nos preguntan la hora recordamos la última vez que fuimos a echar mano del papel higiénico y sólo encontramos su cadáver, cilindro de cartón desnudo, débil, apto para manualidades. Por educación, sin embargo, decimos sólo las dos menos cuarto.
A veces necesitamos transmutarnos en roedor, alzar la cabeza durante unos segundos y mirar al cielo, mirar atrás, mirar al suelo, y a los lados, y al horizonte, aspirar el aire, fruncir la nariz repetidas veces, y seguir royendo.
Al fin y al cabo somos sangre en conserva, espíritus en lata.
2 comentarios:
Esta poesía poética tuya me gusta bastante. Me gustaría que postearas más creaciones tuyas. Son geniales.
Saludos
Basadas en el Espantapájaros de Oliverio Girondo. Yo te lo paso.
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