27 agosto 2009

La muerte y la fiesta

Yo no sabía que la muerte y la fiesta estaban tan íntimamente próximas. Recientemente descubrí que hay gente que va al tanatorio después de salir de fiesta, no porque algún amigo haya fallecido la noche de autos, sino porque el tanatorio, que tiene cantina, sigue abierto cuando ha cerrado todo lo demás. Anteayer, a las 6.30 a.m., me enteré en la barra de Mundaka, en la Carretera de Santa Catalina, de que una Heineken cuesta en el Tanatorio Arco Iris un euro y medio, mientras que en Mundaka cuesta tres (esto es lo que le reprochaba un cliente a la camarera).

Gran negocio, pues, el de las pompas fúnebres, que, además de servir de lugar de reunión para quienes sufren la pérdida de un familiar o un amigo, da de beber a aquéllos para quienes las ocho de la mañana es aún temprano para recogerse.

2 comentarios:

Matías Brasca dijo...

Si me permite la insolencia, le invito a darse una vueltita por aquí:

http://cafrunisticosydeliraciones.blogspot.com/

Salut!

ed.expunctor dijo...

Le agradezco infinitamente la insolencia, Sr. Brasca, pues ganas tenía de pasar de la deliración nonagésima novena.

Salud!