29 septiembre 2006

Nacer

El 29 de septiembre de 1547 nació mi amigo Miguel de Cervantes, que escribió el Quijote, discutiblemente la mejor obra de la literatura universal, y digo ‘discutiblemente’ porque podemos discutirlo durante las horas y los siglos que quieras, pero finalmente concluiremos que, sin duda, es la más grande obra del orbe y ninguna le hace sombra, por mucha urdimbre que tenga, voto a tal. Cervantes sabía que su Don Quijote llegaría a ser el más grande caballero de la Historia.

Copio:

“Este fin tuvo el Ingenioso Hidalgo de la Mancha, cuyo lugar no quiso poner Cide Hamete puntualmente, por dejar que todas las villas y lugares de la Mancha contendiesen entre sí por ahijársele y tenérsele por suyo, como contendieron las siete ciudades de Grecia por Homero” (Quijote, II-lxxiv).

Hay gente que, por lo que se ve, se aburre mucho y se dedica a investigar de qué lugar era Don Quijote, sin pararse a pensar mientras se aburren que Don Quijote es un personaje de ficción engendrado y asesinado (para que ningún listillo volviese a sacarlo otra vez de aventuras*) por mi amigo Miguel de Cervantes que, sin embargo, murió de hidropesía, con sed de ser un gran poeta, algo que tampoco consiguió Unamuno, que también nació el 29 de septiembre, pero en 1864.

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*Leemos en las últimas líneas del Quijote:

"Y el prudentísimo Cide Hamete dijo a su pluma:

-Aquí quedarás, colgada desta espetera y deste hilo de alambre, ni sé si bien cortada o mal tajada péñola mía, adonde vivirás luengos siglos, si presuntuosos y malandrines historiadores no te descuelgan para profanarte. Pero, antes que a ti lleguen, les puedes advertir, y decirles en el mejor modo que pudieres:

"¡Tate, tate, folloncicos!

De ninguno sea tocada;

porque esta impresa, buen rey,

para mí estaba guardada.

Para mí sola nació don Quijote, y yo para él; él supo obrar y yo escribir; solos los dos somos para en uno, a despecho y pesar del escritor fingido y tordesillesco que se atrevió, o se ha de atrever, a escribir con pluma de avestruz grosera y mal deliñada las hazañas de mi valeroso caballero, porque no es carga de sus hombros ni asunto de su resfriado ingenio; a quien advertirás, si acaso llegas a conocerle, que deje reposar en la sepultura los cansados y ya podridos huesos de don Quijote, y no le quiera llevar, contra todos los fueros de la muerte, a Castilla la Vieja, haciéndole salir de la fuesa donde real y verdaderamente yace tendido de largo a largo, imposibilitado de hacer tercera jornada y salida nueva; que, para hacer burla de tantas como hicieron tantos andantes caballeros, bastan las dos que él hizo, tan a gusto y beneplácito de las gentes a cuya noticia llegaron, así en éstos como en los estraños reinos". Y con esto cumplirás con tu cristiana profesión, aconsejando bien a quien mal te quiere, y yo quedaré satisfecho y ufano de haber sido el primero que gozó el fruto de sus escritos enteramente, como deseaba, pues no ha sido otro mi deseo que poner en aborrecimiento de los hombres las fingidas y disparatadas historias de los libros de caballerías, que, por las de mi verdadero don Quijote, van ya tropezando, y han de caer del todo, sin duda alguna. Vale."

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