-Yo declaro -declaro yo-, ante mis lectores, aunque qué cabrones mis lectores, que no dicen ni pío, salvo el Jony, que me es fiel como el insomnio...
-¿¡Cómo se te ocurre, loco!? ¿Qué escritor en sus cabales llamaría cabrones a sus lectores?
-Joder, Baudelaire los llamaba hipócritas y nadie se quejaba...
-Sí, pero Baudelaire era Baudelaire, y tú eres el puto Ed. Expunctor, y aún no has publicado ni un mísero libro de poesía, cuando hoy en día cualquiera publica cualquier cosa. Sólo hace falta, indistintamente: A. Dinero para la autopublicación; B. Contactos; C. Ganar un concurso literario; D. Escribir bien y tener muuuucha suerte; E. Contactos; F. Contactos.
-La opción A me parece lamentable, sinceramente, y más hoy en día, que puedes hacerte un blog y publicar toda tu obra, y cuando digo toda digo toda, o sea, desde tus primeros cuadernos de ortografía Rubio hasta la última lista de la compra para el Mercadona....
-No te pases de listo...
-Vale. La opción B... Coño, si B=C.
-Muy bien, chaval, veo que aprobaste las mates en el cole...
-Sí, y con sobresaliente cum laude, que es lo que les ponen hoy a tooooodas las tesis doctorales, que hacía yo las integrales que no te digo, y antes de integrar hice derivadas, por eso agrego que B=C=E=F, aunque hace muchos años que lo único que derivo son las tostadas integrales de su envoltorio a mi estómago, y con poca frecuencia, porque a mí donde se ponga una buena barra de pan, pero una buena barra de pan, y disculpa que me repita, pero aquí la repetición es significativa, por si no te habías dado cuenta, y una buena barra de pan la puedes encontrar, por ejemplo, en Parra, una confitería que hay en la calle Cartagena, pero en Murcia, que hacen un pan que no te digo ná. Vamos, que muchas veces me dejo el marisco para comer sólo pan solo.
-Ya...
-A todo esto ya no sé qué iba a decir.
-Te doy una pista. Ibas a declarar algo a propósito de un comentario que has dejado hace un rato en un blog, en concreto en este blog, que yo sí que me acuerdo porque te ha salido el cartelito ese de: ‘su comentario se publicará si el propietario del blog lo autoriza’, o algo así.
-Ahhhh... Vale, vale. Yo declaro, ante todos mis lectores, aunque qué cabrones etcétera, que todavía no he pisado ningún gran centro comercial de las afueras: Eroski, Thader, Nueva Condómina. Y espero que sea por mucho tiempo. De hecho, si alguna vez voy -y quiera Dios o Arenas que no sea hasta dentro de cinco o diez años como mínimo- no será por iniciativa propia. Según he leído y oído por ahí, esos sitios son el paraíso de compradores convulsivos y compulsivos, y si hay algo que yo odie mucho, pero mucho-mucho, después de los mentirosos institucionalizados, digo de los políticos, es ir de compras.
-No te quejes tanto, porque todo el mundo tiene que ir a comprar...
-No, si yo no digo ‘ir a comprar’, porque ‘ir a comprar’ es sinónimo, en mi mundo, de ir al Mercadona; digo ‘ir de compras’, sinónimo de ‘vamos a salir a recorrer todas las tiendas de Murcia a ver si en alguna encuentras algo que te guste y cuyo precio no te provoque arcadas mentales’. La última vez que dije de ‘ir de compras’ fue por culpa de mis botines negros, que se rompieron porque resulta que el tacón estaba hueco (ya decía yo, en sus últimos días de vida, que se les salía aire por el talón, e iba caminando escuchando el prrffff psssss cada vez que pisaba con el pie izquierdo). Qué asco. Pasé por un montón de zapaterías preguntando si tenían botines, pero resulta que ya no están de moda y no hay casi nada; de hecho, por lo que se ve, les quedan los restos, algo que me recuerda lo que le ha pasado a Achopijo, que no encontró unos putos vaqueros azules, que tiene cojones... Pero te digo una cosa, Achopijo, eso ya me viene pasando a mí desde hace varios años con los vaqueros negros, porque antes había vaqueros azules y negros: a los negros los mandaron a tomar por culo y, por lo que se ve, el turno de la sodomización ya le ha tocado a los azules, que ahora, por lo que se vuelve a ver, lo que hacen es coger los millones de vaqueros azules que tenían guardados en los almacenes y ponen a dos o trescientos zagales de China con una navaja, un cúter o unas tijeras, un poco de lejía, barro, salsa de tomate, etc., a rajar y a manchar vaqueros azules de los de toda la vida para venderlos un 300 % más caros, y como la gente en general es gilipollas se los compra (y esta afirmación es irrefutable dada la indiscutible coincidencia de ges iniciales).
-Anda, no te enrolles tanto... A lo que ibas.
-Venga. Decía que en una zapatería en la Gran Vía, Vidal Roma creo que se llama, en frente del Aula de Cultura de Cajamurcia, vi unos botines que me gustaron, pero cuando vi el precio me froté los ojos por si me había salido un uno negro en la pupila, pero no: el uno estaba en la etiqueta. 169 €. ¿Unos zapaticos 28.120 pesetas? ¿Pero es que somos ricos o qué? Aunque la pregunta correcta es: ¿Pero es que se creen que somos giliopollas? Claro, creen que nosotros somos gente en general, pero no...
-¿Pero encontraste algo al final o qué?
-Sí. Y me di cuenta de que la vida es una ruina circular...
-¿Et commo fue esso?
-Pues fue así: la primera tienda a la que fui fue Rumbo, por todos de sobra conocido, y vi unos botines, los únicos que había, pero el precio me tiró un poco p’atrás, como Lucio, porque será que yo vivo en el mundo pre-euro, pero 75 € me parecía un abuso por unos zapaticos: que son 12.500 pesetas, o sea, doce talegazos y medio, que ni siquiera las zapatillas más guais del barrio costaban eso antes. Total, que le digo al dependiente que mejor voy a mirar otras cosas. Pero tras una semana y pico de búsqueda infructuosa, pero no constante, no he encontrado nada, sólo unos botines en una zapatería de la Gran Vía que no es la que he mentado antes, los vi un poco largos y tal, así que me los pruebo y le digo al dependiente: ¿estos son para el Payaso de It o qué? Coño, un poco de clase... De todas formas, al margen del alargamiento punteril, eran muy feos (con un forro violeta en el interior, vaya mariconada, como si a los calcetines les alegrase la vista y tus pies fuesen por ello más felices, a no ser que el forro violeta le hiciera felaciones a los dedos de los pies, en cuyo caso habría que estudiar el tema independientemente del precio...
-No te enrolles tanto, anda...
-No, si ya he terminado. Que me compré los del Rumbo, doce talegazos y medio, y los precios más o menos rondan esa cifra, diez o quince euros arriba o abajo. De aquí a diez o quince años tendremos que hipotecarnos para comprarnos un par de zapaticos, me cago en la ostia, que diría el Jansa.
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Fe de Ratas:
# Donde pone “Eroski” debe poner “Ikea”, lugar donde hay ratas porque de todos es conocida la predilección de las ratas por la madera, pues al fin y al cabo son roedores, como mis gerbos, que no te digo la cantidad de madera que pueden roer si yo se la doy y ellos se ponen. Además, la empresa trata a los clientes como a ratas porque, según me dicen todos los que han entrado y salido -pues seguramente alguien todavía estará buscando la salida-, la estructura del centro es laberíntica de pasillo único, de suerte que si quieres comprar un tornillo tienes que recorrerte la tienda de cabo a rabo, aspecto que incide en la fisiología de las ratas, dado que tienen rabo y trepan por los cabos de los barcos cual polizones para extender epidemias, desolación, muerte.
# Donde pone “Condómina” debe poner “Condomina”. Grave error subsanamos en esta ‘fe de ratas’ con sólo quitar una tilde, porque ‘condómina’ es ‘condueña’, y no queremos nosotros afirmar, bajo ningún concepto, que las dueñas de la Condomina sean unas ratas, es decir, animales que encarnan grandes virtudes humanas, tan en boga hoy día gracias a Dios, como la avaricia, la codicia, el engaño, la tacañería, el subterfugio, etc.
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Nota: En principio este post sólo iba a constar de dos líneas: “Yo declaro que todavía no he pisado ningún centro comercial de las afueras, ni tengo intención de hacerlo”, pero tú tienes un plan, las cosas tienen otro, el tuyo no coincide con el suyo, se producen conflictos intrascendentes, se banaliza la muerte y así va el mundo.