A mí me parece lógico, justo y necesario, hermanos. Que los jueces no se metan en los asuntos eclesiásticos es algo imprescindible, irrenunciable, un imperativo cósmico. Los jueces son humanos, funcionarios de carne y hueso, corrompidos por el pecado original. De hecho, los jueces, al igual que tú y que yo, son pecadores: algunos cometen pecados veniales, pero otros... Otros cometen pecados mortales, blasfeman, fornican. Y encima tienen la poca vergüenza de no confesarse. No es lógico que estos pecadores encargados de velar por la justicia y el cumplimiento de la ley interfieran en los asuntos de la Iglesia, porque:
Máxima 1: La Iglesia está dirigida por Dios.
Máxima 2: Dios delega en el Papa.
Máxima 3: El Papa delega en los Cardenales y en el resto de funcionarios eclesiásticos.
Máxima 4: Dios es divino.
Máxima 5: La divinidad de Dios es contagiosa e infecta a sus delegados.
Máxima 6: Lo divino está por encima de lo humano.
Máxima 7: Los jueces son humanos.
Máxima 8: Las leyes del Estado las dictan hombres.
Máxima 9: Las leyes de la Iglesia las dicta Dios.
Conclusión: Los jueces, por ser humanos, no pueden inmiscuirse en los asuntos de Dios y, por ende, no tienen jurisdicción sobre la Iglesia, que se contagia de Su divinidad.
El razonamiento es aplastante. ¿Cómo un juez va a juzgar a un arzobispo o a un cardenal o a un obispo? No tiene sentido. Un arzobispo, un cardenal, un obispo, un sacerdote, por definición irrefutable, son buenos, no hacen mal a nadie y, en caso de que lo hagan, será sin “el móvil de dañar”, así, entrecomillado porque es cita de las palabras del arzobispo de Granada: el móvil de dañar, y digo yo que se le fue la olla y estaba pensando en las películas esas en las que los polis tienen que encontrar “el móvil del asesinato”.
El móvil. De móviles no sé, pero de intenciones... The road to hell is full of good intentions,
PD: Si me he dejado alguna máxima restriégamelo en los comentarios, por mínima que sea.
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