Un Gobierno, por definición, tiene, entre sus objetivo, educar ciudadanos. Sin embargo, se trata de educarlos para que cada vez piensen menos. Sea de uno u otro bando, el Gobierno de turno reforma las leyes educativas en virtud de un principio rector: que los ciudadanos que en ese momento no pueden votar y que se convertirán en votantes al cabo de unos años no tengan capacidades críticas. Al suprimir (Mayús+Supr) en las enseñanzas primaria, secundaria y superior los mecanismos que desarrollan las potencias intelectuales del individuo, se elimina (Del) la posibilidad de que el individuo lleve a cabo razonamientos que puedan poner en tela de juicio la acción gubernativa.
Esto que afirmo tiene una fácil comprobación. Hay personas que asumen literalmente las líneas de ‘pensamiento’ de un determinado partido político y no cuestionan ninguna acción, ninguna declaración, ninguna idea. Tal asunción es una prueba evidente de la anulación en el individuo de la capacidad crítica, y cuando hablo de crítica no me refiero al blablabla de poner a parir, sino a la capacidad de desarrollar un discurso que trate de analizar y debatir dicha línea de pensamiento.
La ausencia de dichas capacidades críticas es mayor en unos partidos que en otros. En este país hay dos partidos mayoritarios: en uno de ellos esta anulación es absoluta; en otro, parcial. La prueba la tenemos en los ejemplos que vemos a diario en los medios de comunicación. En el PSOE hay disensiones, desacuerdos, malos rollos, un claro indicio de que entre sus filas se permiten atisbos de pensamiento individual; en el PP, en cambio, son extremadamente raras las disensiones y los desacuerdos, no así los malos rollos, que suelen ir por lo bajini y tras las puertas. Esto, evidentemente, tiene que ver con la disciplina interna del partido. El PP tiene una disciplina férrea que no permite a ninguno de sus militantes -al menos a los militantes que detentan cargos públicos y que, por tanto, son susceptibles de influir en la opinión de los votantes (porque, no lo olvidemos, para un partido político, sea cual sea, no hay ciudadanos, sino votantes)- salirse de sus líneas. El PSOE, en cambio, tiene una disciplina más relajada, y por ello vemos cómo entre sus miembros hay falta de acuerdo, presumiblemente porque en mayor o menor medida piensan. Estas disensiones entre los miembros del PSOE son aprovechadas por el PP para crucificar su falta de acuerdo, cuando, en mi opinión, es algo que hay que, en cierto modo, tener en consideración, dado que es un indicio de que hay posibilidad de pensamiento, no así en el PP, donde dicha posibilidad, como decía, queda anulada.
Por otro lado, no olvidemos que muchas veces la ideología la heredan los hijos de sus padres. Flaco favor a las capacidades intelectuales del hijo, que va a estar sometido a las ideas que sus padres heredaron de sus abuelos, etc.
Al margen de todo ello, o quizá por eso mismo, yo personalmente reniego de todo partido político y de toda organización religiosa.