Según mis cálculos, esta noche se acaba el mundo. Teniendo en cuenta las horas que se quitan y las que se ponen, los días que se comen y los que se saltan, hoy es el día del fin del mundo, así que yo, para no ser testigo de la destrucción apocalíptica del universo que tendrá lugar a medianoche, había pensado en suicidarme, aunque le he dado algunas vueltas y, en vez de suicidarme, para no ser testigo de la aberración, arrojaré el televisor por la ventana y me arrancaré las orejas. Esto último también lo he pensado mejor y he decidido que dejaré las orejas en su sitio y pondré alta la música.
Pasaremos las primeras horas del fin del mundo pasando del estado líquido-alcohólico al gaseoso-humeante para desembocar en el sólido-voluptuoso, lo que nos llevará de nuevo al estado líquido en su variante orgásmica, y ojalá sea ése nuestro infierno: repetición eterna de mí y de mis Arenas...
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