Es el asma del cuerpo, es el asma del alma;
es la blanca fisura de mis tráqueas etéreas;
el chirriante desgarro de mi pulmón profundo,
mi ser crucificado y enterrado en agua
con alambres de esperas y lápidas de nada;
es mi confianza ciega vulnerada, en sangre
blanca empapada, llena de puñales y balas;
es mi fe en lo eterno quemada, destruida;
la muerte de la idea que era ya materia
soldada a mis entrañas;
entonces, sólo cáncer
que con sus uñas blancas destripa mi cerebro
izquierdo y tremolante y a un silencio helado
me sentencia, a un blanco y brillante epitafio.
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