Aquí palpita el blanco dolor encadenado,
inconcluso lamento que deshizo tu rostro
con sus surcos de espanto, quemó la sacra casa
donde tu alma guardaba sus amadas reliquias,
diez mil púas de erizo en tu pupila virgen
y un sacrilegio ciego que al olvido condena
tu hermosura de asfixia blanca ya caducada;
aquí, brillando, blanco dolor, encadenado
a tu lengua, constriñe tu corazón inquieto
y aprisiona tu cuerpo con su garra invisible,
te bloquea la mente, martiriza tu verso,
aprieta tu garganta, adereza con clavos
esas tristes comidas que no se precipitan
a un estómago vivo, sino a un abismo pálido
que se seca sin tregua, se reseca sin pausa
y se repliega blanco hasta yacer exhausto.
Aquí dolor palpita infinito e informe:
ingrato pajarraco, obsceno y maldito,
exhibiendo tus plumas de eterna y blanca ausencia,
cacareas mis ruinas, festejas mi tragedia,
degüellas mi pupila y anidas en mi entraña.
1 comentario:
Llevaba tiempo sin venir a verte... empecé por el final por aquello de ponerme al día...
Este, supongo que por el cambio de tono llama la atención y hoy, precisamente hoy, hace que tu mano se cuele hasta una fibra muy sensible.
Has dado en el clavo, querido E.E.
Espero que sea más recurso literario que fuente real de inspiración.
Un abrazo...
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