Quizá tú también piensas que estoy cabreado con el mundo. En absoluto. En mis palabras no hay odio, sino descripción de cómo funciona el sistema impuesto hace mucho tiempo por unos pocos hombres que rige las vidas de los seres humanos, pero, eso sí, una descripción apasionada, enfática, radical. Es por ese funcionamiento que es sumamente difícil que cada persona piense lo que quiera, porque la mayoría de las personas han sido adoctrinadas (el adoctrinamiento recibe el eufemístico nombre de educación) en un pensamiento mágico-religioso que ha quedado tan anclado en su cerebro que es sumamente difícil que lo adviertan. Es muy difícil, por las características del cerebro humano en los primeros años de vida. Así que muy pocas personas piensan lo que quieren: la mayoría piensa lo que se les ha transmitido, pero, convendrás conmigo, no se puede llamar pensar al hecho de aceptar como válidas e indiscutibles unas afirmaciones como “después de morir seguimos viviendo”. Eso no es pensar. Utilicemos las palabras con cierta precisión. Eso no es pensar.
Es cierto que la inteligencia no guarda una relación estricta con la creencia religiosa, pero también es cierto que hay personas muy inteligentes que están cegadas por sus creencias religiosas y son incapaces de advertirlo, y no porque no quieran: porque no pueden. Porque el adoctrinamiento (la corrosión del cerebro) a que han sido sometidas a lo largo de su vida es difícilmente reversible. No se pueden tener “las cosas claras” si “se piensa”, por seguir con el mismo ejemplo, que tras la muerte continúa la vida, o, por cambiar de ejemplo, que Dios creó el universo para que los humanos viviéramos en él. La creencia en Dios (no “en la idea”, sino en Dios), con todas sus implicaciones, que son muchas, determina una amputación bestial de las potencialidades humanas. La religión es culpable (la religión, todas las religiones) de, entre otras cosas, que la ciencia sólo recientemente haya empezado a avanzar, o de que tú vivas atormentado por el pecado, o de que ahora estén lapidando a alguna persona en algún lugar del mundo. La religión siempre se ha opuesto a la ciencia, porque la ciencia destruye todas las fantasías religiosas: evidencia que son sólo cuentos para niños. De ahí que la religión trate de desprestigiar a la ciencia aferrándose, como suele decirse, a un clavo ardiente, aunque quizá sería más apropiado decir a una zarza ardiente.
La clasificación de las personas por sus creencias no es nada nuevo, ni es cosa mía, pero sí es cierto que lo hago de una forma radical y sin concesiones (hace cincuenta años por ser ateo merecería, con suerte, la tortura y la cárcel; hace cien, la muerte; y eso, en España; si hoy blasfemas en ciertos países islámicos te ejecutan. Las personas siempre han sido clasificadas por sus creencias, pero sólo para determinar quién debía vivir y quién debía morir. Es una buena señal que hoy en día un creyente o un escéptico se sienta un poco incómodo cuando lo clasifican como creyente o como escéptico, porque quiere decir que la Ciencia hace mella, aunque sea ligeramente, en su cerebro). Pretendo mostrar la incongruencia, la incoherencia, lo absurdo, lo brutalmente absurdo de las creencias religiosas, aunque ya sé que es casi un intento vano. El ciego no ve, y al tuerto le cuesta muchísimo admitir que está tuerto, porque sólo tiene al ciego como referencia. El creyente y el escéptico han heredado y asumido como propias (¿?) unas “ideas” sobre la vida y el universo, pero la vida y el universo no son ideas, sino realidades. En estas realidades los dioses no tienen cabida, porque no existen. A quien cree en algo que no existe se le denomina loco, esquizofrénico, psicótico, enfermo mental; la convención social ha querido que a los grupos de personas que creen en entidades inexistentes se les denomine grupos religiosos: la esquizofrenia colectiva se denomina religión.
A la idea de Dios (ahora sí: la idea de Dios) no le puedo estar agradecido, de ninguna manera. Ha falsificado mi vida durante muchos años (mi vida y la de la mayor parte de la humanidad: también la tuya, aunque no lo puedas creer —por más que quieras: no puedes—). Me da para escribir, por supuesto, como Peter Pan, Gorgias, la muerte, una bala, los tres cerditos o un cordel. A mí cualquier cosa me da mucho —muchísimo— para escribir. Esa idea religiosa se transmite de padres a hijos: se convirtió en algo hereditario, tan bien se ha infiltrado en la humanidad que funciona sola, como un resorte automático. Dawkins, en El espejismo de Dios, lo explica con gran claridad y lucidez, desde un punto de vista científico, no filosófico: “la religión como subproducto de alguna otra cosa”.
Y es innegable, en ese sentido, que los padres planifican la vida de sus hijos, por supuesto, de la misma manera que se la planificaron los suyos, en una cadena que se remonta demasiadas generaciones en el tiempo. Ellos no tienen la culpa, aquí no hay culpa: hay ceguera, incapacidad para darse cuenta de cómo son las cosas, de cómo unos pocos hombres han construido el sistema que rige el funcionamiento del mundo. El problema es que en esa planificación se incluye lo religioso, porque los padres también son creyentes y repiten lo que con ellos repitieron sus padres, e incluso aunque sean escépticos (¡e incluso los hay ateos!) convienen en lo religioso como una parte del hecho social para que su hijo no se sienta diferente de los demás niños. El problema es que una vez que has sido educado (adoctrinado en una creencia religiosa) es muy difícil que puesdas elegir un camino. En general nadie elige nada: hay un determinismo abrumador. Tus creencias, ideas y valores no son tuyas, sino de una tradición religiosa de más de dos mil años (“la cultura” es una cultura sumamente religiosa: en vez de que “la religión forma parte de la cultura” sería más apropiado decir que “la cultura forma parte de la religión”, porque la religión lo infecta todo, todos los ámbitos de la vida). Dentro de esa cultura religiosa es fecunda la idea de que tienes libertad para elegir, pero qué vas a elegir si toda tu vida has sido adoctrinado en una línea idealista de pensamiento. Es por esa tradición, que también se te inculca, por supuesto, en el ámbito familiar, que crees en cosas sobrenaturales. Crees, pero no sabes nada, aunque hay quien lo llama saber, pero es un saber sin evidencias, y eso no es saber: eso no es saber. No sabes nada. ¿Dónde queda el conocimiento? ¿Acaso crees que el conocimiento es relativo, susceptible de creencia y de opinión? No puedes opinar acerca de la composición del agua ni acerca de la formación de la Vía Láctea, aunque hay quien opina que en el agua reside un espíritu divino, como hay quien opinaba que el agua la enviaban los dioses, o que, una vez bendecida, tiene la facultad de borrar un pecado ajeno —un pecado cometido por unos personajes que nunca existieron pero que, a pesar de su ficcionalidad, se contagió a todos los seres humanos presentes y futuros, y ello aunque el mismo dios de la mitología cristiana se hizo hombre y murió para redimir a la humanidad de sus pecados— cuando se deja caer sobre la cabeza de una persona, normalmente recientemente nacida, acompañando el acto de unas palabras. Efectivamente: una persona recién nacida. A los niños, desde que nacen, se les impone, sin pensar en ellos, por mera repetición, de forma inconsciente, irreflexiva, por inercia, unas creencias ilógicas: se les educa (se les adoctrina, se les corroe el cerebro) con unas ideas completamente desconectadas de la realidad que pretenden hacerse pasar como algo verdadero. A los niños, desde que nacen, se les engaña, se les miente, se les manipula de una forma extraordinaria. ¿Con qué derecho? ¿Alegando que son propiedad de sus padres?
Como dice Dawkins, “nuestra sociedad, incluido el sector religioso, ha aceptado la ridícula idea de que es normal y correcto adoctrinar a niños pequeños en la religión de sus padres, y colocarles etiquetas religiosas —«niño católico», «niño protestante», «niño musulmán», «niño judío», etc.—, aunque no acepta otras etiquetas comparables: no se dice niño conservador, niño liberal, niño republicano, niño demócrata. Por favor, por favor, mejoren su conciencia acerca de esto y súbanse por las paredes cuando lo escuchen. Un niño no es un niño cristiano, ni un niño musulmán, sino un niño de padres cristianos o un niño de padres musulmanes. Esta última nomenclatura, por cierto, sería una pieza excelente para la mejora de conciencia de los propios niños. Una niña de quien se dice que es «hija de padres musulmanes» inmediatamente se dará cuenta de que la religión es algo que ella puede elegir —o rechazar— cuando sea lo suficientemente mayor como para hacerlo” (Dawkins: El espejismo de Dios, Madrid, Booket, 2010).
Nicholas Humphrey se refiere a “la educación moral y religiosa, y especialmente la educación que los niños reciben en casa, donde a los padres se les permite —incluso se espera de ellos— que determinen a sus hijos lo que es verdadero o es falso, correcto o incorrecto. Los niños, sostengo, tienen el derecho humano de no ver sus mentes lisiadas por la exposición a las malas ideas de otras personas —sin importar quiénes sean esas otras personas—. Los padres, por lo tanto, no tienen licencia divina para adoctrinar a sus hijos en la forma que ellos personalmente eligen: no tienen derecho a limitar los horizontes de conocimiento de sus hijos, criándolos en una atmósfera de dogma y superstición, o el derecho a insistir en que sigan los estrechos caminos de su propia fe. / En pocas palabras, los niños tienen el derecho de no ver sus mentes confundidas por el sinsentido, y nosotros, como sociedad, tenemos el deber de protegerlos de eso. Por ello no deberíamos permitir más a los padres enseñar a sus hijos a creer, por ejemplo, en la verdad literal de la Biblia o en que los planetas gobiernan sus vidas, de lo que deberíamos permitirles golpear a sus hijos en la boca o encerrarles en una mazmorra” (Humphrey: La mente hecha carne. Fronteras de la Psicología y de la Evolución, Oxford, Oxford University Press, 2002).
La Ciencia ha mostrado, demostrado y evidenciado cómo son las cosas. Puedes rechazar el conocimiento, pero tienes que admitir que rechazas el conocimiento. Exijo un mínimo de coherencia. Admite que te sitúas en un punto de vista irracional, ilógico, mágico, religioso, fantástico. Yo me sitúo en un punto de vista racional, lógico. El creyente religioso es idealista (Platón, Pablo de Tarso, etc.). El ateo es materialista (Leucipo, Demócrito, etc.). Son dos modos de pensamiento: el primero, irreal; el segundo, radicalmente real, y sin concesiones. Aunque más apropiado es decir que el primero no es un modo de pensamiento, porque no es pensamiento: es repetición continua de las mismas fantasías, sin que el discurso sea sometido a crítica ni reflexión. Podría entonces llamarse pensamiento petrificado (hecho piedra hace más de dos mil años). El segundo sí es pensamiento: tras la observación y experimentación de la realidad se extraen conclusiones lógicas. Estas conclusiones son susceptibles de ser modificadas cuando nuevas evidencias muestren y demuestren otra cosa.
Leucipo y Demócrito observaron la realidad e intuyeron los átomos hace más de veinticinco siglos, y los cientificos del siglo XXI, con toda la tecnología de que disponen, ratifican esas intuiciones. Todo lo que hay son átomos rodeados de vacío: nosotros mismos, como todo lo demás, estamos formados por átomos y vacío. Todo es materia. El problema que experimenta la mayoría de la gente —inclúyete en esa mayoría— con esa realidad es que tira por tierra todas sus ilusiones, y es muy duro que te digan que todo lo que creías es mentira, por eso tu cerebro se niega rotundamente a planteárselo. Sencillamente se bloquea, se cierra en banda, se resiste de una forma inaudita. Se opone a llegar hasta el final —si es que acaso se acerca a la mitad del camino— en la reflexión y el pensamiento acerca de la realidad. Entonces admite que no te interesa la realidad y que prefieres vivir en un mundo de fantasías e ilusiones religiosas, en cuyo caso no deberían interesarte, en absoluto, mis reflexiones, porque tienen por objetivo demoler el idealismo y exaltar la belleza de la realidad.
Yo sé (no lo creo: lo sé) que es súmamente difícil —por no decir casi imposible— que con sólo mis palabras adviertas la gran mentira sobre la que se ha construido la sociedad. Si no lo consiguen las numerosísimas y aplastantes evidencias científicas, ni las bellísimas y deslumbrantes insinuaciones de las grandes obras de arte, cómo lo van a conseguir mis palabras. Necesitas algo más: un momento de lucidez que, si tienes mucha suerte, algún día disfrutarás, pero es más posible que te toque la lotería, y tú preferirías, por supuesto, que te toque la lotería, aunque sea un reintegro.
[El ateo vive en la certeza;
el creyente flota en sus creencias]
10 comentarios:
"mancantao".
¿Tancantao?
Espero que te haya gustao la canción, XDD
Espera en una silla =P
Ná, está bien... No sé, la he escuchado varias veces porque "yo soy así", me pienso que escuchándola mucho me va a gustar más, pero bueno... Que pá gustos, bulerías del Antonio de la Malena xD
En realidad me ha recordado a mi infancia escuchando a los Chichos y los Chunguitos...
Completamente deacuerdo contigo.
Hola, qué tal estas ? Mucho tiempo sin saber de tí . He entrado en tu blog y me llamó la atención esta entrada en particular.
También pienso que a esta gente que cree , que tiene fe en algo llamado religión ( sea de la clase que sea ) tambien hay que respetarlos , ellos son felices así, necesitan de ello porque necesitan aferrarse a algo que les dé valor para soportar sus vidas.
Hay que ser flexible con ello ; tambien es verdad que , desde la religión, deben ser flexibles y respetar a quienes no quieran entrar a formar parte de su forma de ver la vida y que no la compartan con ellos.
Un saludo
Por cierto , el comentario anterior es mío , soy Marijose de Totana.
--> Marijose, muy buenas, ¿cómo estás? Me alegro mucho de saber de ti, ya te daba por perdida, con todo el tiempo que hace... Que no, que es broma: lo cierto es que no tengo ni idea de quién eres. Me disculparás en caso de que nos conozcamos y te haya olvidado, pero ya te digo: ni idea. Como no seas mi prima...
Al margen de esa cuestión, no puedes empezar diciendo "Completamente de acuerdo contigo" y luego decir lo que dices, porque entonces no estás completamente de acuerdo con lo que yo digo.
Yo, en ningún momento, dejo de respetar a la gente: como digo, la gente, en general, no tiene la culpa, es incapaz de advertir cómo son las cosas y se guía por una inercia desmedida, favorecida a su vez por el propio mecanismo del sistema, perpetuado por creyentes, por escépticos e incluso por ateos, debido a la presión social que genera el hecho religioso.
Lo que no respeto es que se otorgue un valor de verdad, de realidad, a ideas que son simplemente fantasías, a planteamientos desconectados absolutamente de la realidad, a construcciones irracionales que se instalan (¡y con qué terribles consecuencias!) en nuestro mundo.
En cualquier caso fíjate en las implicaciones de lo que dices: "necesitan de ello porque necesitan aferrarse a algo que les dé valor para soportar sus vidas". ¡Para soportar sus vidas! ¿Soportar sus vidas? El problema es que la vida no debería ser para soportarla, porque es para vivirla y disfrutarla. Y de cualquier manera hay formas mucho más alegres de "soportar" la vida, mejor dicho, de afrontarla, en caso de que ésta haya sido mala. El Tetrapharmakon de Epicuro es un buen remedio para aplicarlo a la vida.
Desde luego hay muchos millones de personas que no pueden disfrutarla porque ni siquiera tienen qué comer, aunque los países "desarrollados" podrían solucionar ese problema rápidamente, pero a nuestros gobiernos (¡a nuestros representantes!) no les interesa solucionar los problemas, porque sin problemas... No (les) interesa un mundo sin problemas.
Y, como dice Michel Onfray, muchas personas se pasan la vida esperando "la próxima vida": se resignan en esta vida, no la viven porque la religión implanta la muerte en vida (la pulsión de muerte) con la promesa de una vida eterna, lo que determina, en esos casos que mencionas, básicamente un dejar pasar la vida a la espera de la muerte, porque creen que tras la muerte empieza otra vida. Como si esto fuera un videojuego con el truco de la vida infinita...
¡Salud!
Hola otra vez, soy Marijose y no soy tu prima jaja.Qué pena no te acuerdes de mí creía que mi blog para tí , era un poco interesante pero , en fin ...
Sí estoy de acuerdo contigo en todo lo que escribes respecto a la religión, completamente, lo que pasa que quiero ser ( o al menos lo intento ) respetuosa con todas las personas que se aferran a la religión , hay que intentar entenderlas creo que necesitan de ella para vivir por su falta de valor ante la vida misma o simplemente por su comedura de coco de : Familia, tradición , imposición... Como tú dices en esta entrada tuya.
Yo no sé si soy cristiana o atea. A mí la religión me la han inculcado desde siempre pero, yo pienso que todo es un bonito cuento de hadas que alguien inventó y que lo han sabido llevar muy bien, tanto , que de este cuento viven millones de personas. De hecho , el mejor negocio de la historia de la humanidad.
Al decir que estás de acuerdo con todo lo que digo, yo diría que eres atea, pero al decir que no sabes si eres cristiana o atea yo diría que deberías plantearte el asunto y tener las cosas claras, aunque si calificas la religión de cuento de hadas puede que te acerques al ateísmo, si bien creo que necesitas algo más de información para aclararte.
Aquí te dejo un par de títulos:
Michel Onfray: Tratado de ateología.
Richard Dawkins: El espejismo de Dios.
Están en pdf pero en papel se leen mucho mejor, y son para leerlos con tranquilidad y reflexión.
Igual si me dices el nombre del blog te sitúo, porque así, con "Marijose de Totana" no te sitúo en ningún lado.
Salud!
Esta soy yo. Espero te acuerdes. Un saludo .
Ahora sí, me acuerdo de tu blog, sólo por el nombre no te situaba, ni sabía que eres de Totana. Es cierto que te dejé un par de comentarios por ahí, la verdad es que ya no sé ni el tiempo que hace. Seguramente insistían en mi tema preferido: materialismo vs. idealismo, realidad vs. religión.
Aquí te dejo otro enlace, un libro bastante interesante sobre la cuestión. Son unas 500 páginas pero merece la pena leerlo, da mucho que pensar:
Dan Dennett: Rompiendo el hechizo.
Saludos!
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