Desde este Burdel proponemos, como quedó dicho en el anterior llamamiento, una revolución de fumadores. Los fumadores concienciados de España vamos a dejar de comprar tabaco a partir del día 1 de febrero, y por un periodo de seis meses. Esa fecha -1 de febrero- se fija para permitir la difusión del mensaje revolucionario: los consumidores de tabaco deben conocer la existencia de la revolución, de lo contrario van a seguir involuntariamente -por desconocimiento- favoreciendo la perpetuación del recorte de libertades y del incremento de impuestos por parte del Estado. Una vez que el fumador tenga conocimiento de la revolución, en caso de que no la difunda y la lleve adelante, en una decisión absolutamente personal y comprometida, no podrá quejarse de que el Estado le siga subiendo los impuestos o de que ya no pueda fumar mientras se toma un café en una cafetería*. Deberá tener consciencia de que es un yonki del tabaco, un drogadicto tabacalero sin solución, incapaz de tomar cualquier decisión que suponga un beneficio para su bienestar social, relacional y económico. Un yonki del tabaco que no se diferencia un ápice de un yonki de la heroína, de un yonki de la cocaína o de un yonki de la televisión: su incapacidad volitiva para abandonar temporalmente esos hábitos dañinos es una clara muestra de cómo su consciencia está aniquilada. A estos yonkis tan sólo les resta esperar la muerte mientras se fuman un cigarro, se meten un chute, esnifan un raya o ven hipnotizados otro programa del corazón.
Tras buscar las previsiones de ingresos por venta de tabaco en los Presupuestos Generales del Estado y desistir del intento, he encontrado en el periódico El Correo (29/Marzo/2010) que “los ingresos por impuestos [del tabaco] fueron de 9.266 millones” de euros en 2008, frente a los 14.710 millones de euros que los neumólogos estiman en gastos derivados de tratamientos relacionados con el consumo de tabaco. Consecuentemente, “el tabaquismo cuesta a los españoles 5.444 millones de euros al año”.
Ciertamente, el consumo de tabaco provoca enfermedades y muertes. No se dice nada sobre las enfermedades y muertes provocadas por el consumo de grasa, por el consumo de alcohol, por las radiaciones emitidas por todo tipo de dispositivos, por la polución de los escapes de los coches, por la emisión de humos de las fábricas, etc.
Y es que, frente al lema “Fumar mata” que leemos en los paquetes de tabaco, tenemos que reclamar el auténtico lema de la existencia: “Vivir mata”. Es lo que tiene la vida: que nos lleva a la muerte, pero en ese descenso cada uno quiere hacer lo que le gusta. Hay alpinistas que arriesgan su vida escalando montañas y quedan atrapados. Entonces un dispositivo de rescate acude en su auxilio: hombres, coches, helicópteros, combustible, tecnología. Y cuesta mucho dinero salvarles la vida. Hay gente que se duerme con el brasero encendido o niños que juegan con cerillas porque sus padres los pierden de vista o irresponsables que no saben cerrar el gas, y provocan incendios en edificios y tienen que ir los bomberos, apagar el fuego, y hay heridos que necesitan asistencia médica y todo eso cuesta dinero.
Todo cuesta dinero porque todo genera dinero. Es cierto que unas cosas (p. ej. el fútbol: veintidos hombres pegándole patadas a un balón para que una inmensa mayoría de hombres y un alarmantemente creciente número de mujeres puedan dejar de pensar, como mínimo, durante una hora y media, tiempo que puede prolongarse hasta la muerte, sean o no fumadores) generan más dinero que otras (p. ej. la agricultura: cientos de hombres y mujeres dejándose la espalda para que el resto de hombres y mujeres podamos comer frutas y verduras). Quizá por eso se permite fumar en estadios de fútbolo y plazas de toros, negocios -más el primero, desde luego- que generan dinero, pero también generan dinero los alpinistas que quedan atrapados: luego se les hacen entrevistas, hay publicidad, se realizan documentales, se publican libros, y en todas esas actividades intervienen trabajadores y se genera dinero. Hasta tu muerte va a generar dinero aunque tus hijos no puedan vender la exclusiva a un programa de televisión o a una revista: piensa en las funerarias: ellas piensan en ti.
Ya no sé por dónde iba. Ah, sí, la revolución de los fumadores. La cuestión es no comprar tabaco en España, pero ya sé yo el éxito que va a tener esta propuesta revolucionaria que, por lo demás, no tiene medio de difusión: este blog apenas lo ven 100 personas por día. Por eso yo cuando vuelva de Portugal me voy a llevar en la maleta 12 paquetes de Golden Virginia, 25 librillos de papel de fumar portugués y 20 bolsas de filtros, de los más finos. Ahora bien: si se le da publicidad en los telediarios e informativos a nivel nacional, entonces sí, no me llevo a España ni un filtro.
Es broma, hostias. Yo voy a hacer esta revolución. Como dije, el poder real está en nuestras manos, en nuestras decisiones, y la revolución es una cuestión personal, una cuestión de individuos con consciencia. Cuantos más individuos, mayor será la probabilidad de victoria. Es una cuestión puramente matemática, y las matemáticas no fallan.
[Este texto viene de aquí:
Y continúa aquí:
III. Revolución de fumadores (y III). ¿Pero crees que me importa la ley antitabaco?]
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*Desde luego en las cafeterías debería haber un 25% del espacio reservado a los fumadores. Puesto que la cuarta parte de la población adulta española es fumadora, debería tenerse la consideración de reservarle un espacio en bares, cafeterías y discotecas. No nos importa que se creen bares para no fumadores: nos parece muy bien, de la misma manera que nos parece perfecto que no se pueda fumar en restaurantes: no mezclemos la comida con el humo del tabaco. Sólo queremos que en una cuarta parte de los bares la cuarta parte del espacio esté reservada a los fumadores, aunque tengamos que ir nosotros a por el café para que los camareros no se infecten con nuestro humo.
Y a quien no le guste este espacio reservado para fumadores que se busque un grupo de amigos no fumadores, que cree un grupo de no fumadores en Facebook o que, como se dice en una amplia extensión de la geografía española, se dé con un canto en los dientes, pero que se acuerde del tabaco cuando un coche pase cerca de él o cuando divise la chimenea de una fábrica o cuando vea antenas, porque le están tirando a la cara una cantidad tal de humo y de radiaciones... ¡Pero no va a pedir que se impongan por ley los coches eléctricos, o que se obligue a las fábricas a procesar el humo que producen para contaminarnos! ¿Cómo vamos a pedir semejante locura? Si ahora las gasolineras pueden vender -otra vez- tabaco...
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