¡Oh, Clitia, que por celos enterraste a tu hermana,
y Apolo, por vengarla, ignoró tu presencia!
Aún desesperada, arrastras tu tragedia,
ninfa, y al Dios persigues en rotación perpetua;
como el Sol te desdeña, a nosotros nos ruegas,
nos suplicas entrega, mas somos hombres sólo .
ni absorben tus caderas la lúbrica mirada
de nuestros ojos ciegos. Si se yerguen tus senos,
turgentes desafíos, obviamos tus pezones,
porque sólo nos tientan tus concéntricos clítoris.
Apartamos tu lengua de nuestro impúdico sexo,
tu vulva rotatoria exige sin descanso
abrazos de ternura que nunca llegarán,
porque sólo anhelamos tus múltiples clítoris.
Pintamos tu belleza, no negamos tu luz,
pero no son tus hojas, tu tallo giratorio
o tu flor desmedida lo que ansiamos de ti,
sino los tiernos clítoris que en las crujientes vainas
durmiendo nos aguardan a nosotros, caníbales
que abren tus pericarpios para comer tus clítoris.
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