Con la postmodernidad se ha producido un cambio indiscutible en la concepción del mundo, un giro de 180º en cuya virtud hemos pasado de habitar un mundo que “es un pañuelo” a vivir en un mundo que “es un kleenex”.
El mundo-pañuelo, aunque se ensucie, puede lavarse: perdura, se mantiene más o menos en equilibrio, se reutiliza.
En cambio, el mundo-kleenex se ensucia y se destruye: se extingue conforme se mancha su superficie. De las cuatro capas de papel que tiene el kleenex, apenas queda media.
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