I
¿Y si Satanás fuese el primer hijo de Dios? ¿Y si Dios por una única vez en su vida se avergonzó del hijo que se creó y lo desterró eternamente, jurando por su propio nombre que jamás se volvería a preocupar por sus hijos, hicieran éstos lo que hicieran? ¿Y si Jesucristo fuese un intento de Dios de convencerse de que su voluntad siempre tuvo que hacerse, y de que Satanás, el primero de sus hijos, en realidad, fue sólo un mal sueño, una pesadilla en la que una de sus creaciones estuvo, por una instante eterno, a punto de destronarlo?
¿Acaso no hubo hijos de reyes que se rebelaron contra sus padres, dándoles muerte para asumir todos los poderes de sus progenitores y tener así el poder absoluto que ellos detentaban y con el que aquéllos sólo soñaban, como sueña con un juguete un niño, mientras sus ansias de poseerlo crecen, pero no llega, y el deseo se incrementa hasta extremos de una maldad inconcebible?
¿Acaso no hubo reyes que se deshicieron de sus hijos para evitar ser despojados de su cetro y de su báculo por su más cercana estirpe?
Porque Satanás pudo estar sentado a la derecha de su Padre millones de años, esperando la sucesión, pero ésta no llegaba... Y él quería ser como su Padre, tener los mismos conocimientos, los mismos poderes...
II
¿Y si el mismo Dios fuese el personaje más poderoso de la novela que escribe algún escritor que, a su vez, es personaje de otro libro que escribe otro escritor que, a su vez, es personaje de otro libro que escribe otro escritor que, a su vez, es personaje de otro libro que escribe otro escritor que, a su vez, es personaje de otro libro que escribe otro escritor que, a su vez, es personaje de otro libro que escribe otro escritor que, a su vez, es personaje de otro libro que escribe otro escritor que, a su vez, es personaje de otro libro que escribe otro escritor que, a su vez, es personaje de otro libro que escribe otro escritor y así sucesivamente hasta el infinito?
Es decir, que tú serías un personaje tan, tan, tan, tan, tan, tan, tan, tan, tan, tan, tan, tan mínimamente insignificante que tu desaparición no tendría importancia.
Salvo que tú seas un escritor que des vida a otros personajes de los cuales uno sea otro escritor que dé vida a otro escritor que, a su vez, anime otros mundos donde haya otros personajes de los que, al menos, uno sea un escritor que... y así, sucesivamente, hasta el infinito. En este caso, tú eres como el primer autor, e incluso, ciertamente, más importante, porque sin ti se acaba su obra, y en el momento en que él deje de escribir, muere.