No tanto salto ni mucho
menos levito: me arrastro
por las teclas con qué calma,
con qué lentitud. Deleite
soy del tiempo que me aguarda.
Yo soy la dulce agonía
que se regocija en sí
misma, agonía amarga
que se arrastra con qué letras,
qué despacio, qué dramática.
Repto para alzar el vuelo.
Me deslizo en el insomnio
hasta los bordes del sueño:
me arrojo, y al arrojarme
me despojo, y al hacerlo
floto, te noto, te toco.
que se regocija en ti,
éxtasis puro y arrobo
que se eleva con qué tacto,
qué despegue, qué espectáculo.
3 comentarios:
Gran dominio del ritmo
Ains...
Un dulce sabor de boca asi, evocador y tan rápido y sincopado que hace más ligera esta última y fingida tarde de trabajo...
Bravo.
Pedro-- Como decía aquel poeta: "Pues todo dominio / requiere escrutinio / y todo escrutinio / mayor exterminio".
p.d. El autor no es Plinio.
Duckland-- Sin duda, las tardes simuladas de trabajo son las que más se disfrutan, así que... ¡quién tuviera un trabajo fingido con un sueldo real para gozar verdaderamente todos los días!
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