Esta historia ocurrió hace más o menos unos quince años. En aquellos tiempos los veranos eran muy largos, porque empezaban a final de junio y acaban a mediados de septiembre, así que había tiempo para aburrirse y para pensar en cómo matar el aburrimiento.
Una tarde de julio vimos un árbol de unos ocho o nueve metros tirado en un solar, pues por entonces en La Torre había muchísimos solares en los que, cuando éramos más pequeños, hacíamos cabañas. El árbol llevaría allí varias semanas: seco, sin ninguna hoja, con sus ramas desoladas.
No sé a quién de nosotros se le ocurrió la idea de coger el árbol y plantarlo en la playa, pero fue una de esas grandes ideas que pasan a los anales de nuestras historias. Dedicamos el resto de la tarde a planear la estrategia...
Alrededor de la una de la madrugada comenzamos la ejecución de nuestro plan. Transportamos el árbol desde el solar hasta la playa que está entre las de El Gato y La Lombriz. Cavamos un agujero enorme en la arena: hicimos un hoyo de un metro y medio de profundidad. Nos turnamos para cavar y para ir a los solares más cercanos en busca de piedras, piedras grandes, enormes.
No sé si tardamos un par de horas o algo más en hacer el agujero y en reunir un número suficiente de piedras. Una vez ejecutada la parte más ardua del plan, llegó el final, la apoteosis: metimos el árbol en el agujero y, mientras dos o tres de nosotros lo sujetaban para que no se torciese, el resto fue echando las piedras para garantizar una buena sujeción. Hecho esto, sólo restaba tapar el agujero y las piedras con parte de la arena que habíamos sacado.
Mientras nos fumábamos unos pitillos, contemplamos, a la luz de la luna, la gran obra maestra que acabábamos de realizar: en medio de la arena de la playa acababa de crecer un árbol de unos siete metros.
*
Por la mañana, lo primero que hicimos fue ir a ver, a la luz del día, nuestra obra. Nos asomamos a la playa y...., qué decepción. El árbol no estaba, y tan solo hacía unas horas que lo habíamos plantado.
Ese día no tuvimos ni una sola buena palabra para el hombre que se dedicaba a limpiar, a las siete o a las ocho de la mañana, las playas con el tractor, pero qué cara se le quedaría al ver aquel árbol solitario y seco apuntando al cielo...
4 comentarios:
Qué gesto ecológico tan tierno :)
Nosotros no pensábamos en ecología por aquellos tiempos... La única ecología que practicábamos era la de fomentar la población de pulpos (pero señores pulpos) a la plancha.
La verdad es que si lo que hicimos nosotros entonces lo hace hoy un "artista" y lo lleva a Arco triunfa XDDDDD
Yo en lo del árbol no estaba.
Donde si estaba es cuando pusimos una canasta enfrente de tu casa (vamos, de tu casa de ahora), jugamos un tiempo, y luego me enteré que la habían arrancado.
Buenos tiempos los veranos que pasé en la torre.
Joder, la canasta esa... Nos la robaron los chavales del edificio marrón... Luego fuimos a buscarla...
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