04 mayo 2013

Rumiante

Qué debería, qué no debería. Quizá un a lo mejor sea mejor que un tal vez, pero quizá sea preferible un quizás a cualquier otra cosa. El tiempo, relativo, sigue su marcha, absoluta, hacia el desenlace.
Hay quienes se ufanan de su ignorancia y son felices en su falacia y condenan a su estirpe a la misma felicidad falaz. 
Pero hay también quienes se afanan en su inconformismo lírico y no puede evitar que sus labios tracen una sonrisa sardónica al atravesar una calle inmóvil en un día de lluvia: condicionamiento húmedo de la población. 
¿Un día de qué? Un día de estos sería un mal decir, así que mejor digamos un día como hoy, claro, como siempre, o nublado, para variar. Y es que vivimos en un hoy perpetuo, he ahí destapada la gran mentira del tiempo; el dolor será el mismo, sin embargo, pero también irá muriendo.
A partir de hoy, consecuentemente, me hago rumiante. Devorador de hojas de hierba, como aquel barbudo que cruzaba Norteamérica cantando a los ríos, a los lagos, a los árboles, etcétera, pero yo, que solo tengo un estómago, tendré que aprender a digerir con la garganta, con la faringe y hasta con las cuerdas vocales.

2 comentarios:

Ficticia dijo...

El tiempo, la felicidad, el dolor... todo es finito y cambiante.
Nada permanece. Todo, absolutamente todo, cambia.

Así que rumia, querido E.E. Rumia y digiera como bien sepas o puedas.

Besos

José L. Solé dijo...

A veces va bien un día de perros para poder así ladrarle al tiempo pidiendo un poquito de sol.
Rumiar, a parte de lo de mascar hierba también significa aquello de pensar con propiedad...