Qué debería,
qué no debería. Quizá un a lo mejor
sea mejor que un tal vez, pero quizá
sea preferible un quizás a cualquier
otra cosa. El tiempo, relativo, sigue su marcha, absoluta, hacia el desenlace.
Hay quienes se
ufanan de su ignorancia y son felices en su falacia y condenan a su estirpe a la misma felicidad falaz.
Pero hay también quienes se afanan en su inconformismo lírico y no
puede evitar que sus labios tracen una sonrisa sardónica al atravesar una calle
inmóvil en un día de lluvia: condicionamiento húmedo de la población.
¿Un día
de qué? Un día de estos sería un mal
decir, así que mejor digamos un día como
hoy, claro, como siempre, o nublado, para variar. Y es que vivimos en un hoy
perpetuo, he ahí destapada la gran mentira del tiempo; el dolor será el mismo,
sin embargo, pero también irá muriendo.
A partir de
hoy, consecuentemente, me hago rumiante. Devorador de hojas de hierba, como
aquel barbudo que cruzaba Norteamérica cantando a los ríos, a los lagos, a los
árboles, etcétera, pero yo, que solo tengo un estómago, tendré que aprender a digerir
con la garganta, con la faringe y hasta con las cuerdas vocales.
2 comentarios:
El tiempo, la felicidad, el dolor... todo es finito y cambiante.
Nada permanece. Todo, absolutamente todo, cambia.
Así que rumia, querido E.E. Rumia y digiera como bien sepas o puedas.
Besos
A veces va bien un día de perros para poder así ladrarle al tiempo pidiendo un poquito de sol.
Rumiar, a parte de lo de mascar hierba también significa aquello de pensar con propiedad...
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