Es curioso el contraste que se observa por las mañanas en cualquier Instituto. A eso de las 8:15 h., minutos arriba, minutos abajo, se acumula en las puertas de cualquier I.E.S. alumnos de 14, 15, 16 y 17 años, año arriba, año abajo, que fuman. A unos metros de ellos, se acumulan también algunos profesores de 30, 40 y 50 años, año arriba, año abajo, que fuman.
Los alumnos, en realidad, fuman por chulería, por eso de decir: “Qué chulo que soy, que me estoy fumando un piti a las ocho de la mañana, con un par, sí-señor”. Es fundamental el hecho de ser vistos.
Los profesores, en cambio, fuman por condena, por eso de decir: “Qué condenado que estoy, que me tengo que fumar un cigarro a las ocho de la mañana”, teniendo en cuenta que, quizá, no sea el primero de la mañana. El hecho de ser vistos es irrelevante.
Algunos de esos alumnos, no por seguir el ejemplo de esos profesores, y aunque no serán profesores, tendrán 30, 40 y 50 años, año arriba, año abajo, y estarán condenados, por su chulería, a tener que fumarse un cigarro a las ocho de la mañana, si no antes.
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