Vender el alma al diablo a cambio del conocimiento. Un argumento ya típico, todo un tópico, que ya Christopher Marlowe plasmó en su Trágica historia del Doctor Fausto. Precisamente hoy, pero en el año 1564, nació este dramaturgo inglés cuyo apellido me recuerda a otro escritor, Stephen Marlowe, del cual me leí un libro de cuyo título no es que no quiera, es que no puedo acordarme, y que era muy bueno, sobre unos cuadros y una maldición...
Actualización: El libro, que al fin he localizado entre los de mi biblioteca, que es infinita o de un único libro, como la de Borges, se titula Maleficio (Translation), y al verlo y tocarlo me ha venido a la mente con más claridad el argumento: hay cuadros, sí, para una exposición en una ciudad de Connecticut, pero esos cuadros los envían desde Francia, y pertenecen al pintor del siglo XVII Jean Baptiste Columbine. También hay un diario del pintor. Una chica empieza a traducirlo, van llegando los cuadros... y se lía en la ciudad una movida de mil diablos, literalmente. De hecho, el argumento de la obra me recordó bastante al de La tienda de Stephen King, un autor que al principio está bien, pero cuando ya lees otras cosas no te queda más remedio que levantar la voz contra tus instintos de juventud y decir: Stephen King, no eres el rey. Eso está bien, pero hemos de reconocerle indiscutiblemente el mérito de adentrarnos en el mundo de la lectura, y por lo tanto hemos de volver a contradecirnos y afirmar: Stephen King, eres el rey.
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