El Judas postmoderno, este Judas que me obedece a regañadientes, tiene el encanto indiscutible de las grandes amistades; es el prototipo de amigo, ése al que le dices:
-Cuando te diga ya les dices a las gentes del mundo que no existo.
Y te responde:
-Joder, tronco, lo que me estás pidiendo… No sé si voy a poder…
Así que le replicas:
-Venga, hombre, no me jodas, Judas, hazlo por los amigos… Tú les dices que no existo, y lo mejor para que se lo crean es que deje de existir, así que habla con el Centurión y dile que me vas a entregar.
-Ufff…, mira, mira…, me estás poniendo en un aprieto, Jesuso.
-Además, para que parezca más creíble pídele… qué te diré… unas treinta monedas de oro, que así seguro que cuela. Y les dices que la señal para que me cojan será un beso en la mejilla que me darás en el momento más adecuado...
De esta forma, después de insistirle con argumentos más o menos consistentes, conseguí que cediera:
-Bueno, vale…
Y, aun sabiendo que era una locura, algo que salía de toda lógica, me hizo el favor que le pedía. Me “vendió” (nos quedamos con los romanos, vaya), me crucificaron y morí, y todavía me decía en sus oraciones:
-Pero que conste que digo que no existes porque me lo has pedido tú…
-Que sí, coño, pero escríbelo ya…
- …. Joder, Jesuso, me está ardiendo la conciencia, no debería haberlo hecho…
-Acho, Judas, tranquilízate, ¿no ves que todavía estoy vivo? Estoy hablando contigo, ¿no?
-Bueno, pues sí, pero también podría ser que me haya vuelto paranoico o esquizofrénico… Creo que me voy a suicidar…
-No, nene, no seas tonto, que encima que me hiciste el favor y mi Padre te tiene aprecio por eso, no vayas a cagarla ahora, que si te suicidas te vas al Infierno, capullo…
Y se suicidó, y surgió el ateismo.
Lo que no sabían los ateos es que Yo existo, y como soy omnímodamente poderoso y ubicuo le dije al Vecino de abajo que soltase a Judas, y llevamos un par de milenio jugando a los dados.
El Judas clásico, sin embargo, ese Judas que viene de Antiguo aunque sólo salga en el Nuevo, tiene el encanto pestilente de la hipocresía y la falsedad. Este Judas, en realidad, era un tipo frustrado: quería ser algo y quería tener algo que no podía ser ni tener por sí mismo, y para conseguirlo se dedicó a vender a la gente que era y tenía lo que él tanto anhelaba, incluyéndome a mí. Esta actitud, una vez desenmascarada, me permitió que pudiese mirar con otros ojos a Judas, pero para ello era importante no decirle a Judas que sabía que era Judas: mantener el secreto me permitió preguntarle con tono irónico:
-¿Seré yo, seré yo?
Y me vendió, y surgió el cristianismo.
Como me vendió, le resultó imposible negar mi existencia, porque ahí están las treinta monedas de oro, testigos sonoros de su infamia. Aquí ocurrió algo muy interesante, tanto que ha marcado la Historia de vuestra Inhumanidad: este Judas clásico me vendió, me negó con su beso delator, y esa negación se convirtió en la afirmación de mi existencia, cuando yo lo que quería era hacerme el longui, pasar desapercibido… Yo sólo bajé a divertirme, no quería agobiar al mundo con Mi complejidad, o sea, con Nuestra complejidad, que si no lo digo luego se enfadan conmigo los Otros Dos.
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