No podemos ser tan ingenuos como para creer a pies juntillas -y mucho menos a manos juntillas, ¡con el tacto de la fe!- en los títulos, en los rótulos, en los epígrafes: el poeta no escribe locuras ni absurdos.
Bajo la apariencia, bajo la forma (¡la forma!) de un sinsentido, se ocultan en el fondo (¡el fondo!) ecosistemas y diccionarios.
Entonces, más que de locuras y de absurdos, hay que hablar de fauna, flora y lenguaje.
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