Además de semillas varias, los jerbos gustan de comer otros alimentos que, en sentido estricto, no forman parte de su dieta. Un trozo de queso los atrae sobremanera. Una patata frita les excita los bigotes: forcejean con sus manos para quitármela de los dedos y, una vez en su poder, la roen y devoran a una velocidad de vértigo. Durante los segundos que tardan en hacerla desaparecer, la concentración de sus sentidos y el deleite que reflejan sus ojos son máximos.
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