Coincidencia. Al igual que en los videojuegos el jugador dispone de varias vidas, en la religión el individuo tiene, además de la suya, otra vida, con la ventaja insuperable de que esta segunda vida es eterna, opción que en el videojuego sólo puede lograrse con el truco que da al jugador la invulnerabilidad.
Divergencia. Mientras que en los videojuegos el jugador es —salvo enfermedad mental— plenamente consciente de que vive una ficción temporal que acaba cuando termina la partida, en la religión el individuo —debido a su alienación— es plenamente inconsciente de que vive una ficción que acaba cuando termina la vida.
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