El macroerotismo panóptico-confuso es aquel mundo-vorágine intensivo y extremo del erotismo donde confluyen sucesiva y simultáneamente todas las facultades y aptitudes conscientes e inconscientes de los sujetos, que se dilatan y se concentran en función de la confusión de sentidos imperante en cada momento o en cada simultaneidad de momentos, pues dentro de los confines macroeróticos el tiempo se desdobla, se indetermina o queda en suspenso, según los sentidos que se junten y se mezclen, y según qué tratos hagan o deshagan.
Si en el microerotismo sólo entran en juego el fuego y la lengua, en el macroeromundo panóptico-confuso no sólo entran, sino que también salen, con un movimiento variable en rapidez y tensión, todos los órganos —que son ya pura incandescencia— que conforman el cuerpo, desde la uña del dedo índice de la mano izquierda hasta el lóbulo más íntimamente oculto del cerebro, que para un libre nadar debe ser despojado de todo lastre del que se tenga o no consciencia.
Consciencia e incandescencia: he aquí dos asideros irrenunciables del macroerotismo, guías conspicuos de la corporeidad que se despojan mutuamente de sí mismos y se reintegran. Desprendimiento y restitución: he aquí dos momentos necesarios del macroeromundo, instantes de durabilidad indefinida que se adelantan o se superponen siguiendo siempre el ritmo de la respiración, que proporciona a cada poro una galaxia de ojos reptiles y táctiles y convierte los cuerpos en un inmenso tótem panóptico-confuso.
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