Esta es la propuesta del Papa: tras los abusos sexuales a niños, hacer penitencia. Sin duda es un buen ejercicio, mucho mejor que el onanismo, dónde va a parar: violar a los niños y luego rezar un poco, o hacer un vía crucis, o flagelarse con un cilicio.
En cualquier caso, Cristo es “más fuerte que el mal” —y esto está plenamente garantizado por su Santísima y Purísima Madre, que a su vez es su hija, al mismo tiempo que es esposa de su Padre y ¿nuera?, ¿yerna?, ¿cuñada?, del Espíritu Santo, con quien le puso los cuernos a su marido José, cuya credulidad demuestra lo ingenuos que pueden llegar a ser los hombres— y, por si con Cristo no fuera suficiente, Dios está ahí para solucionarlo todo: tiene “la última palabra en la historia”, y de sobra es sabido que también tuvo la primera, aunque llegó tarde con esa primera palabra, pues creó el mundo, según estimaciones metafísicas de los más ilustres teólogos, alrededor del año 4000 antes de convertirse en su propio hijo y bajar a la tierra para salvar a la humanidad, y bien salvada que la dejó: al amparo de la Iglesia, el Papa y sus secuaces, que cuidan muy bien de los niños.
De todas formas, el Papa ya sabía todo esto, porque la Virgen —esa santa madre y esposa y quizá santa yerna y cuñada o suegra— ya se lo reveló a unos niños. Que te imaginas a los niños jugando debajo de un árbol y de pronto la Virgen que se les aparece y les dice:
—No os acerquéis mucho a los curas ni a los obispos, niños.
—¿Por qué?
—Pues porque son peligrosos: ahora no se sabe, pero dentro de unos cuantos años serán públicas y conocidas sus inclinaciones pedófilas.
—¡Hala! —se asombraron los niños—. Entonces… ¿el enemigo está dentro?
Pues eso es lo que dice el Papa: que el enemigo no está fuera, sino dentro de la Iglesia, pero no pasa nada porque todo se arregla con un par de penitencias, algún que otro exorcismo y… listo de papeles.
Así que no lo olvide:
Aplique con cilicio blanco
su penitencia y sus rezos:
sus delitos serán olvidados
y su expediente criminal
se volverá inmaculado.
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