A rugidos de trenes,
canciones en las vías.
Un AVE impone muros
e incuba policías
mientras por la ciudad,
con gran algarabía,
reclaman los viakingos
-vecinos y vecinas-
que en los barrios del sur
no instauren pesadillas
de tapias y metales,
desprecios y fatigas.
Los políticos hablan,
consagran sus mentiras:
sus palabras son pecados
de obra y de sonrisa
tan falsas como heladas,
tan turbias como frías.
Con los trenes traicionan
(y con aguas perdidas,
con mares moribundos,
truncadas autovías,
truncadas autovías,
aeropuertos sin cielo
y otras cosas podridas)
y al ciudadano engañan
con sus cuentos y cifras.
Cambian sus opiniones
según sople la brisa.
A ruido de políticos,
músicas en las vías.
Los viakingos inundan
la ciudad con sus risas
mientras con sus canciones
y su altura de miras
claman soterramiento,
lógica reivindican:
que al pueblo no encierren
tras muros de ceniza,
que no tapien los barrios
del sur como una cripta.
Los viakingos entonan
notas funambulistas
que resisten las noches
de los noventa días.
Si el déspota gobierno
da voces con aristas,
los viakingos responden
con bromas e ironías
y junto a los vecinos
por las calles caminan
y cantan esperanzas
y cuentan las bombillas
que alumbran la ciudad
de Santiago a Gran Vía
(de la Redonda al Carmen,
del Rollo a Platería)
y a todos vientos claman
que tamaña injusticia
condena nuestros barrios,
condena a las familias
que a un lado y a otro lado
de los trenes habitan.
Guitarras y tambores,
violines, baterías,
trompetas, clarinetes,
mil pulmones que silban;
percusiones y cuerdas,
vientos malabaristas
que se apuestan las horas
por que se haga sin prisas,
soterrada y al margen
de corruptas intrigas
esta ciudad que pierde
su futuro y su vida
a manos de tramposos
y ciegos egoístas.
A abusos de políticos,
viakingos a la pista:
Plaza Soterramiento,
Orilla de la vía.