Salen todos los días.
Quedan sobre las ocho de la tarde
y silban a las vías cuando pasaun tren. Entonces marchan por las calles
de la ciudad. Vecinos
de los barrios del sur que solicitan
al alcalde, al ministro,
una vida sin muros ni clausuras
que encierren a los viejos del lugar,
ni catenarias bestias y desnudas
que acechen el colegio de sus hijos.
Estos vecinos míos, admirables
en su empeño, son todos mis vecinos.Son los padres, las madres, y los hijos
y las hijas, los viejos, las ancianas,
los hombres, las mujeres,
los que salen con sus piernas,
con sus sillas de ruedas, andadores
o muletas: recorren la ciudad
para exigir justicia, que se cumplan
compromisos, decretos publicados
en el BORM por políticos que ahora
se niegan a cumplir
las leyes que ellos mismos aprobaron,
y le venden más humo
y le ponen más vendas
a esta ciudad herida.
Veintiséis días llevan
de marchas sin cesar,pero son treinta años
de lucha vecinal.
Los ves por tu ventana.
Salen desde las vías, desde el pasoa nivel de Santiago. El mayor
movimiento social que se haya visto
en Murcia. Tú los oyes
pasar por la Gran Vía, la Redonda,
la Catedral, la Plaza de las Flores
y del Ayuntamiento, por la puerta
de tu casa, también por Mediamarkt,
a las nueve, a las diez,
a las once, a las doce.
Ningún rincón escapa de sus gritos
unánimes y unidos. Los escuchascon sus pitos, bocinas, cacerolas
andando sin parar todas las noches.
Si no has visto de cerca a estos vecinos
deberías bajar, cuando los oigas,a la calle a mirar, reconocerte
en este padre que anda con su hija,
en este anciano que anda con bastón;
tu madre es esta vieja que camina
con un temblor de brazos, y tu hermana
esta mujer que lucha por su hija.
Mis vecinos son héroes
que luchan contra el tiempo, contra el muro:se dejan el aliento
(¡las vías bajo tierra!)
por una vida digna,
por el soterramiento.
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