La noche del 3 de
octubre tuvieron lugar unos extraños acontecimientos en las vías. La imagen
parecía la típica de las veinte jornadas anteriores: a las ocho de la tarde los
vecinos se congregaron en las vías, custodiadas por un fuerte dispositivo
policial. Todo transcurrió con normalidad (al menos la normalidad propia de
estos días de movilizaciones ininterrumpidas y pacíficas, como han sido siempre
las convocadas por la Plataforma Prosoterramiento) hasta alrededor de las 21.30
h., cuando un grupo de agentes de intervención entró por Torre de Romo, avanzó
por la calle peatonal que hay junto a Moto5 y llegó hasta las vías, donde había
un grupo de gente tratando de destrozar el muro, lo que provocó una primera
estampida. Tras esto, se quedaron todos estos policías en formación
defensiva en las vías.
Esta fue la
primera y última vez que los agentes intervinieron. A partir de entonces, y a
pesar de los serios incidentes que se produjeron a escasos 200 metros en la
vía, ni un solo policía movió un dedo para impedir que un grupo de personas,
algunas de las cuales tapaban sus caras con diversas prendas (la prensa habla de “150 radicales”), destrozara el muro instalado esa misma
mañana, metiera tubos grandes y contenedores en las vías y les pegara fuego
varias veces.
Preguntado uno de
los policías por los vecinos acerca de por qué no intervenían, la respuesta fue
que tenían órdenes de quedarse allí: órdenes, pues, de permitir semejante
destrozo. ¿150 radicales y no se detuvo a nadie? Qué extraño. Y qué extraño también que todo acabara completamente destrozado: hasta arrancaron los inmensos postes de acero. ¿Estarían anclados con palillos al suelo o es que estos radicales llevaban destornilladores y taladros industriales?
Dos días después,
se multiplican las declaraciones de algunos políticos. El presidente de la
comunidad autónoma, un tal López Miras, puesto a dedo por el expresidente, que
está siendo juzgado por varios delitos y para quien la Fiscalía pide dos años
de prisión; este joven presidente puesto a dedo, elegido por nadie, dijo (en
una intervención televisiva donde miró más hacia la mesa que hacia el
entrevistador o hacia la cámara, en un gesto no verbal que delata su incomodidad
y su mentira) que con estos actos vandálicos y de sabotaje quizá no sea posible el soterramiento; en la misma línea se pronunció el ministro De la Serna: hay, dice, “un riesgo real” de que el contratista abandone. Aunque fue su policía la que no
movió un dedo para evitar los destrozos, que, por otra parte, pagará el seguro. Otra cosa es que
no les interese, que es lo que a todas luces parece…
Y mientras Adif
dice a ratos que el soterramiento sigue adelante y se hará, también dice a ratos que todo está
en peligro y que quizá no se haga.
Por tanto, tras
una noche de destrucción provocada por gentes que no pertenecían al vecindario,
con caras ocultas, con la inmovilidad y la más absoluta pasividad de la
policía, que no levantó un dedo para detener a estos vándalos, el poder político
se acoge a esta sucesión tan extraña y peregrina de acontecimientos para
justificar (¡toma ya!) que no habrá soterramiento.
Entretanto, al día
siguiente se produjo en Madrid la reunión para tratar el asunto del Corredor
Mediterráneo, que deja el problema del AVE en pañales. Este corredor supone la
entrada de cientos de trenes de mercancías que atravesarán no como un goteo,
sino como una lluvia incesante la ciudad de Murcia.
Yo ya empiezo a
pensar que la llamada vía provisional tiene poco de provisional y mucho de
ampliación de las vías existentes para dar cabida a mayor tráfico ferroviario…
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