Proposición indecente

Al cabo de doce años volvieron a encontrarse:

J. — Hombre, Pepe, ¡qué bien te veo!

P. — Vaya, pues a ti también se te ve bien, Javi... ¿A qué te dedicas?

J. — ¿Te acuerdas de que estaba estudiando Ingeniería Química?

P. — Sí...

J. — Pues ahora soy funcionario.

P. — ¿Trabajas en alguna empresa estatal?

J. — No, qué coño... Me saqué una oposición de enterrador.

P. — ¿Enterrador? ¿Qué me dices?

J. — Sí, se vive bien... Uno, dos o tres muertos al día y a casita... Bueno, y tú... ¿qué es de tu vida?

P. — Pues yo acabé la carrera...

J. — Estudiabas Historia del Arte, ¿no?

P. —...Sí, y ahora tengo quince páginas web de porno, gano un pastón con la publicidad...

J. — ¿¡Porno!? ¿Pero tú no eras del Opus Dei?

P. — Sí, bueno... Me salí hace siete años, ya no lo aguantaba más.

J. — Joder, nene... Qué de vueltas da la vida...

P. — Oye, entonces..., enterrador. ¿Dónde trabajas?

J. — En el Cementerio de Espinardo.

P. — Ah, y... ¿Cuánto ganas?

J. — No puedo quejarme... Me da para vivir, y tengo mucho tiempo libre, sólo curro por las mañanas y, ya sabes, como mucho un par de horas o tres, el resto del tiempo estoy por allí haciendo el paripé... Además, tengo la casa justo al lado del cementerio, gratis, y tranquilidad..., pues te puedes imaginar. Y con la moto en cero coma estoy en Murcia.

P. — ¿Sabes que podrías ganar mucho más dinero del que ganas...?

J. — ¿Qué? ¿Cómo?

P. — Que sí, acho, mira que llevo unos meses dándole vueltas y ahora te presentas tú como caído del cielo... Es que a mis páginas llega mucha gente buscando cosas de necrofilia...

J. — Mira, nene... Mejor te hubieses quedado en el Opus...

P. — Eh, que sólo son negocios...

J. — Que te follen, degenerado...

P. — Cuando quieras...